25 mayo 2015

Posturas de equilibrio para la vida

Todos sabemos lo que es una clase de yoga; bien hemos ido a una o la hemos visto en fotos. Lo que no sabemos es que el yoga no se vive sólo en la sala de clases sino que también cuando salimos de ella. Incluso me atrevo a decir que se vive más afuera que adentro: cuando estamos en el taco que no avanza, o en la cola del banco con un tatita que se demora una eternidad y nosotros, como siempre, apurados. Ahí es cuando de verdad surge el yoga.

Las posturas de equilibrio funcionan igual. Cuando intentamos hacerlas durante la clase pensamos qué tan difícil puede ser mantenerse en un pie, pero una vez ahí, lo intentamos y nos caemos, lo intentamos otra vez y nos volvemos a caer. Entonces aparecen la frustración y la ansiedad.

El yoga se cruza con la vida cotidiana y quizás la postura que ayer se nos hizo fácil hoy nos cuesta porque hay algo que nos preocupa y que no nos deja concentrarnos. O tal vez es que somos un poco ansiosos y no queremos trabajar tanto para lograrla… queremos que nos salga al tiro, a la primera vez, todas las veces. Pero cuando logramos superar esos obstáculos emocionales es cuando logramos avanzar: tanto en la sala de clases haciendo la postura, como en la vida.

Para impulsar el equilibrio y la armonía de cómo vivimos cotidianamente, estas tres posturas nos ayudarán a cultivar la paciencia, a construirlas con calma para poder lograrlas y a manejar ese enojo que sentimos cuando no podemos conseguir lo que queremos.

Vrksasana

El árbol es una postura que se ve estable, enraizada. Armarla no siempre es fácil y al menos para mí hay días en que simplemente no puedo lograrla. Otros días puedo hacerla casi sin esfuerzo, quedarme un buen rato ahí, con la mente en calma, disfrutándola. Hacer Vrksasana es algo que todos podemos lograr: parados, elevamos el pie y lo enganchamos en el muslo interno de la pierna que está estirada, presionando el canto externo que se apoya. La pierna que está estirada es muy importante porque sostiene todo el peso de la postura, lo que a su vez la fortalece. Juntamos las manos sobre la cabeza y mantenemos la mirada en diagonal hacia abajo.

Natarajasana

Nos sentimos como bailarinas cuando hacemos esta postura, porque significa su nombre en sánscrito. Al equilibrarnos en un pie se logra una postura liviana, casi como flotando en el aire y que cuando la vemos en otra persona pareciera que no hay esfuerzo, sino que un movimiento coordinado de todas las partes de este cuerpo elegante, ligero. Para armarla, parados doblamos la rodilla derecha y tomamos el pie con la mano del mismo lado. Levantamos el brazo izquierdo dejándolo paralelo al piso y con la palma de la mano hacia abajo. Inhalamos y al exhalar se producen tres movimientos simultáneos; el brazo izquierdo avanza, el tronco se inclina y el pie derecho se eleva y estira con la ayuda de la mano que lo toma. Nuestra mirada va hacia adelante, concentrada en un punto pero suave, sin forzarla, mientras nuestra mente observa el pie de base firme y estable, que sostiene la postura. Respiramos manteniendo Natarajasana durante algunas respiraciones y luego lo hacemos con la otra pierna.

Virabhadrasana 3

Personalmente la considero una de las posturas más desafiantes. El Guerrero 3 combina diferentes dificultades y sólo una de ellas es el equilibrio: la fuerza también es clave y por esto se genera mucho calor al mantenerla. El pie de base aguanta todo el peso del cuerpo, que además está fuera del centro de gravedad (con una cabeza que pesa hasta unos 5 kilos).  Virabhadrasana 3 tiene un pie en el piso, mientras que la cabeza, los brazos, el tronco y la pierna están paralelos al piso, estirados, largos. La energía viaja de extremo a extremo y sentimos como si nos estuvieran tirando de las manos y de los pies, logrando así mantener una postura activa y fuerte.


Estas tres posturas exigen concentración y estar enfocados es lo que nos permitirá, primero, lograr armarlas, y luego, mantenerlas durante algunas respiraciones. Este equilibrio requiere estar presentes, conscientes de todo nuestro cuerpo: en la pierna base que está firme, en cuádriceps activos, en la energía de los brazos, en que la mirada y los músculos de nuestra cara estén relajados.

Nada de esto es posible si estamos pensando en los pendientes o en las cosas que nos preocupan; además, para qué hacerlo si de todas formas no podremos resolver nada mientras estemos entre esas cuatro paredes. Nuestra única herramienta es la perseverancia; no hay otro camino que nos permita mejorar, avanzar y entender una postura desde sus diferentes dificultades y así lograrlas de forma inteligente, consciente. Para eso lo único que necesitamos es practicar, practicar y practicar.

Fotografía: Wikimedia

Catalina Avendaño

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