12 noviembre 2010

Érase una vez la TV…

Sí, la idea está trillada, pero es cierta: la tecnología avanza más rápido de lo que en realidad logramos captar. Aquel dicho de que, al comprar un auto, ya vale 20% menos al salir del garaje, en productos tecnológicos es peor: puedes ser el primero en comprar un netbook de equis marca con el último y mejor equipamiento, flamante y brillante, pero te aseguro que en el momento en que deslices tu tarjeta de crédito por el lector de la tienda, la misma compañía ya está diseñando uno mejor que, más temprano que tarde, nos hará repensar ¡otra vez! lo que consideramos «novedoso».  La dura realidad.

Pasa en todas las esquinas de la innovación, y por supuesto, pasa con los televisores. Existe 1 TV cada 5 habitantes en el mundo, 4 cada 5 personas en los países desarrollados. Además, hoy vivimos una carrera entre las marcas por quién ofrece la experiencia más “vívida” frente al aparato, cuando décadas atrás la gente se sentía privilegiada sólo con el hecho de ver una imagen en movimiento dentro de una caja. ¿Recuerdan cómo partió esta locura?

En 1884, Paul G. Nipkow desarrolló un tipo de disco plano con perforaciones a modo de espiral que proveía la visualización en diferentes planos de una imagen cualquiera. Así nació la televisión mecánica o disco de Nipkow, que evolucionó luego en una celda fotoeléctrica asestada por un haz de luz, creación de James Baird. La novedad no duró demasiado, ya que en 1920 Vladimir Zworikyn creó el primer modelo de televisor electrónico, pero no fue hasta varias décadas después –fines de la Segunda Guerra Mundial- que existieron los recursos necesarios para la producción de buenos aparatos receptores de señal. La era industrial los hizo accesibles y a gran escala, generando un boom de ventas: en 1941 en toda Gran Bretaña existían 4.900 TVs; para 1957 ya había más de 11 millones.

Muy pronto el objetivo fue mejorar el sistema de transmisión y la calidad de imagen ofrecida por estos novedosos televisores, ya que a la par la misma señal también se sofisticaba y necesitaba mejores receptores. La ambición era clara: ya se veía, pero ahora la meta era que se viera bien. Del reinado del blanco y negro en los 60’s pasamos rápidamente al boom de los TV a color en los 70’s -¿alguien alcanzó a tener una Telefunken de madera en su casa?-, así como de los tubos de rayos catódicos pasamos a la retroproyección, hoy ya superada por la llamada tecnología LED (escalada de pantallas cada vez más grandes con imagen más nítida y “real”), vanguardia de la que el nuevo Infinia es una de las más importantes muestras. No solo nos ofrece full HD e imagen 3D, sino además ya dio el salto para ¡integrar y reproducir contenido desde Internet! Junto a tu canal favorito, ya puedes ver videos de YouTube o revisar en pantalla grande la predicción del clima a través del sitio de Accuweather, algo impensable hasta hace algunos años. Para los detalles, prefiero dejar al experto Cristián Labarca, y pueden revisar su review aquí.

¿Estarán los creativos de LG pensando, en este preciso segundo, en un televisor aún más portentoso que Infinia? Las estadísticas apoyarían esa teoría. La tecnología se mueve en un espiral vertiginoso y ya es imposible pararla. Pero eso es bueno. Vivir esta velocidad renueva una y otra vez en los tech-adictos, pienso, esa domesticada pero nunca adormecida capacidad de asombro. Quizá en un futuro cercano LG nos ofrezca, cual “Tron” (película de Disney pronta a estrenarse), entrar “físicamente” al mundo virtual. ¿Por qué no?

Fran Solar

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