Oda al Rumano de la Fuente Alemana
¡Ay, qué tremendo! No puedo nombrarlo sin suspirar. Es que el Rumano de la Fuente Alemana de Santiago es uno de los baluartes del mastique local. Una hamburguesa de cerdo y vacuno cargada al ajo que aleja pretendientes fruncidos, vampiros y zancudos. Y les doy firmado que bien vale la pena.
Más ingredientes de seguro tiene, pero el secreto está guardado bajo más llaves que concurso del auto de Don Francisco, así que es mejor asumir y disfrutar tan noble sánguche en vez de tratar de hacerle el CSI culinario respectivo.
Cuando voy a la Alemana vuelvo a sentir el olor a fuente de soda tan característico de la niñez, ese aroma y calorcito que sólo dan las planchas calientes todo el día y el lomito remojándose, listo para meterse adentro de un pan frica que nos haga olvidar el entorno ruidoso y los problemas. Entonces pido mi Rumano Completo, con harto chucrut, salsa de tomates y mayonesa de la casa. Una cerveza o jugo de manzana dependiendo del ánimo y atacamos: felicidad a la orden con el primer mordisco.
Mis papás pololeaban en la Alemana. Mi flaca madre se zampaba sin asco 3 lomitos completos con su respectivo schop, y seguía tan campante como siempre la muy chancha (OJO: historia real). Ahora entre todos coordinamos cuando queremos comer, y la lógica es siempre la misma: anotamos el sánguche elegido, uno de nosotros los pasa a comprar y convenimos una hora para juntarnos en la casa paterna y asegurar nuestro puesto, porque el que pestañea pierde.
De ese maravilloso paquete de color café amarrado con pita de algodón empiezan a salir rumanos, lomitos y fricas envueltas en papel y plástico, y las 3 generaciones se unen en torno a la mesa decorada con las especialidades calientitas de la Alemana. ¿Más mostaza, más ají? Métale con confianza a mi Rumano que chorrea salsa de tomates y sabor. ¿Me pasas la sal? Y los dedos con mayo previa al chupeteo quedan marcados en los envases.
Lo mejor de todo es cuando sobran conchitos de cualquier “luco” (siempre se compra de más para que esto pase), entonces el desayuno del otro día es sánguche recalentado con té caliente. ¿Muy goloso? Nahhhh, la Alemana los vale, ¿o no?