14 noviembre 2014

La máquina del tiempo presenta: Salvados por la Campana

Si creciste en los noventa de seguro corrías de la escuela a la casa para llegar antes de que sonara la campana de Saved By The Bell. La vida eran tan bonita y simple en esos años: el pan con palta, la leche con Milo y la tele para preadolescentes.

Antes de Salvados por la Campana, las series de la tarde se concentraban en la familia: los Keaton educando a un avaro Michael J. Fox en Lazos Familiares, Tony Danza y Angela Bauer jugando a la casita en Quién Manda a Quién, los Tanner escondiendo a Alf de la señora Ochmonek, la familia de rubios explotando a la Pequeña Maravilla robot para que les hiciera el aseo en la casa, el tío Jessi y los otros dos criando a las gemelas Olsen en Full House, etc., etc., etc. La lista puede seguir hasta el infinito…y más allá.

En septiembre de 1989 eso cambió. En Saved By the Bell no había una familia sentada en un sillón al final del episodio, la serie era lo más cercano a una versión de Peanuts con adolescentes. Los protagonistas eran cabros chicos entre 11 y 15 años y las pocas figuras de autoridad que rondaban por allí siempre eran burladas por los teens.

SAVED BY THE BELL, Top Row: Ed Alonzo, Mark-Paul Gosselaar, Elizabeth Berkley, Mario Lopez, Bottom R

Si se preguntan por qué estoy rayando con una serie de hace más de 25 años, la respuesta es simple. Netflix se puso nostálgico y cargó en su parrilla las tres temporadas de la serie.

Solo ponerle play al primer episodio ya es toda una experiencia: la música suena y estás de regreso en esa secundaria donde todos eran bonitos, las cabras usaban ropa fluorescente en vez de uniformes apestosos, los chiquillos andaban en skate en los pasillos y todos hablaban por celulares gigantes.

El grupito de Bayside era toda una institución. Zack Morris (Mark-Paul Gosselaar) y A.C. Slater (Mario López) eran el ying y el yang de los guapetones: el rucio era todo encanto, le hablaba a la cámara y se salía siempre con la suya; el adonis latino tenía un corte de pelo horrendo, muy a lo Mel Gibson en Arma Mortal, pero un cuerpazo hecho con cincel que siempre mostraba en diminutas musculosas.

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Volver a ver la serie revive inevitablemente a esa adolescente cabezona con frenillos. La Ángela de 15 años que todavía vive en mí se puso toda coqueta en cuanto apareció Zack Morris en escena. Es imposible negar que el rubiecito tenía su encanto y la primera vez que dice “Time out” y detiene la escena para acercarse y hablarle a la cámara (como si nos estuviera hablando a nosotros) es nostalgia pura.

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Años luz antes de que a todas les diera la fiebre por los zapatos y se creyeran Carrie Bradshaw, existió Kelly “Tiffani Amber Thiessen” Kaposwki. La reina del baile, jefa del equipo de porristas y dueña de la chasquilla mejor escarmenada de la televisión. Todas íbamos a crecer para convertirnos en Kelly. Que lance la primera piedra de evolucionada la que no pasó largas horas frente al espejo tratando de imitarle el peinado y los crop tops con suspensores.

25 años después Kelly Kapowski sigue siendo la colegiala más bonita del universo, pero los ojos de la madurez nos obligan a reconocer que era una “calienta sopas” profesional. Se la pasó toda la primera temporada diciendo que no podía decidirse entre Slater y Zack porque no quería hacerle daño a ninguno. B*tch, please.

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Ahora, si lo tuyo no era ser Kelly (falso, todas queríamos ser la Kaposwki), tenías a Jessie Spano (Elizabeth Berkley), la jirafa nerd de piernas largas y crespa cabellera cuya prioridad, antes de sacarse la ropa en Showgirls, eran los estudios, las chaquetas con hombreras y las causas feministas. O Lissa Turtle (Lark Voorhies), la agregada multiracial al grupo, niña rica, adicta a la moda y soberana de los retails noventeros.

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El grupo se completaba con el pobre Screech Powers (Dustin Diamond), el payaso marginado del grupo de chicos populares. El niño actor, era el más feucho y enclenque del elenco, además tenía solo 11 años cuando todos sus compañeritos bordeaban los 15. Peter Engel, el productor ejecutivo de la serie, una vez se fue de tarro y contó que todos los actores pololeaban entre ellos y cambiaban constantemente de parejas. Todos, menos Screech.

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No es de extrañar que Diamond creciera para convertirse en un pelmazo que aún vive de la “fama” de Screech en realitys de mala muerte, películas porno y producciones B, donde cada cierto tiempo cuenta las historias de sexo, drogas y rock and roll que, según él, transcurrían tras bambalinas en Salvados por la Campana.

Latero Screech. Nos da penita que sea el único que no agarró polola con la serie, pero ir de buchón por la vida es imperdonable. Mejor recordarlo siendo el patiño de Zack, enfrentando con innegable gracia la comedia física y suspirando por Lisa.

Finalmente, no importa qué haya pasado tras las cortinas con esos actores que hoy bordean los 40 años, en Salvados por la Campana el tiempo se congeló con Zack Morris creyéndose Tom Cruise, las chicas enamoradas de George Michael y MTV dando videos musicales.

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No importa que los guiones sean vergonzosamente cursis, los efectos especiales parezcan hechos con Power Point y todos los conflictos se resuelvan en los cuatro minutos finales de cada episodio. Saved By The Bell  siempre será la primera serie hecha para nosotros, los preadolescentes de los años noventa.

Gracias Netflix por devolvernos a la época en que tener un personal estéreo era lo mejor que podía pasarte en la vida y Zach, Slater, Kelly, Jessie, Lisa y Screech gobernaban la pantalla chica.

Las tres temporadas de Saved By The Bell se encuentran disponible en la sección agregados recientemente de Netflix.

Ángela Díaz Camus

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