5 enero 2011

Año nuevo, vida nueva… en serio


Foto: The Big Picture.

La frase es ultra cliché y para algunos no es más que mucho ruido y pocas nueces. Aunque los años se acaban los 31 de diciembre y empiezan los 1 de enero, varios alegarán que no es más que un asunto de calendario y todo sigue igual 24 horas después. Yo creo otra cosa.

Los cambios son directamente proporcionales a nuestra flexibilidad mental para captarlos y nuestra voluntad para sacar lo mejor de ellos. El entusiasmo de cambio de año es eminentemente psicológico, y tiene todavía más significado cuando el que estamos dejando atrás fue tan duro como el 2010 que acabamos de vivir. La fecha en sí es importante para predisponernos al cambio de switch, pero las ganas y concentración en un mejor “mañana” es todavía más determinante. El que no cree que las cosas pueden cambiar, no verá las oportunidades aunque las tenga frente a su nariz. Convencerse es necesario, persistir es la clave, agradecer es vital.

Se preguntarán por qué comparto con ustedes este párrafo de autoayuda express. Es porque el 2010 fue uno de los años más difíciles, violentos, decepcionantes y dolorosos que he tenido. No hace mucho me tomaba la cabeza de rabia, pensando qué más me podía pasar, y que eso de que “a nadie le toca más de lo que puede aguantar” estaba rozando el límite de lo verosímil en mi caso. La pena de no ver la salida es la peor pena que hay.

Pero algo pasó.

Unos días antes de Navidad, comí con unos amigos tal como lo veníamos haciendo hace meses. Rica comida, risas y buena conversación. Fueron algo así como mi “isla” este año. Y entonces de pronto, de la nada, escuché en mi cerebro un extraño “click”. Sin ninguna razón aparente ni catalizador claro, desperté como de un larguísimo letargo. Supe con seguridad que el 2011 iba a ser un gran año. Que tenía que ponerme “a tono”, que era hora de dejar de lamentarse. Así no más. 24 horas después comenzó la cadena. No viene al caso dar muchos detalles, pero de mis 5 dramas más importantes durante el año, 4 se resolvieron en el transcurso de 48 horas. No es exageración. Los tengo marcados en mi agenda como constatación de lo imposible. De esos 4, 3 se resolvieron porque, también de la nada, los abordé desde otra perspectiva y vi una solución antes no considerada. Y listo. Ni les cuento lo revelador y emocionante que fue la misma noche del 31.

Todo puede ser una gran coincidencia. Sí. No hablo de milagros ni astrología ni sahumerios. Al revés; si en algo quiero creer esta vez, es que fue mi absoluta determinación a ser feliz lo que me llevo a… bueno, serlo. Lo más impresionante es que todos esos cambios que hoy me hacen feliz, siempre estuvieron ahí. Sólo tenía que verlos, o empujar levemente la enredadera para ver el portón y la llave.

Ahora me paseo por mi departamento casi listo –que me costó más de 5 meses obtener-, que entre escombros y polvo va tomando forma, y agradezco infinitamente cómo este año nuevo me regaló en bandeja una vida nueva… o, de alguna manera, me la autoregalé. Estoy obligada a partir de cero, como tiene que ser, y esa es la mejor parte. Salvo mi cama, no tengo ni un solo mueble, ni sé cómo voy a decorar. Por fin tendré mi primer escritorio. Nunca más compartiré lavadoras con otra decena de solteros: ahora tendré la mía, cortesía de LG, y ya les contaré qué tal funciona. Lo mismo con el refrigerador, que quiero que sea de dos puertas, porque un departamento “de grande” merece un refrigerador “de grande”. Todo nuevo, todo libre de pasado, ansioso de futuro.

Como decía ese antiguo comercial: «¡Cambie su vida!«. Feliz, ¿no? ¡Un espectacular año nuevo para todos!

Fran Solar

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