Cuando querían enterarse de las propuestas de diseñadores como Ungaro o Pierre Cardin, las mujeres de los ‘70 compraban revistas de moda como Paula, Vanidades Continental o Eva, las que alguna vez incluyeron especiales de pasarelas internacionales. Esta práctica que hoy parece tan lejana, se extendió hasta fines de los años ’90, pues hoy las revistas en papel, pese a seguir existiendo y ser populares, han dado paso a una edición propia de contenidos moldeada a través de Internet. Páginas específicas donde damos “Like” se mantienen en nuestro Facebook y fotografías que guardamos para inspirarnos en Pinterest, todo forma parte de la gran revista de moda que nos ofrece este medio.
Con la democratización de contenidos, cualquiera parece ser dueño de una crítica, visión o propuesta. Pese a los efectos secundarios, lo primero que aparece en el horizonte es que escogemos derechamente lo que nos gusta y desechamos lo que no. Nos saltamos la publicidad aun cuando los sitios web también aprovechan de desplegarla en otros formatos, y seguimos consejos de belleza que antes parecían reservados solo a unas pocas. Nos topamos con entrevistas a reconocidos creadores, fotógrafos y maquilladores, y somos capaces de conocer nuevos talentos en cualquiera de estas áreas. Así, toda la información que recopilamos diariamente se transforma en nuestra propia manera de actualizarnos en la moda.
Las plataformas que aprovechan esta gran cantidad de contenidos, se multiplican por montones. Ya no solo existen los blogs de moda, sino Tumblr y Pinterest seduciendo nuestros ojos; los blogs dedicados a seguir el street style como VisteLaCalle, nos indican cuáles son las tendencias que se forman o extienden en la ciudad, mientras los foros de moda permiten intercambiar miradas desde cualquier computador. Además de editar la información seleccionando lo que nos interesa, podemos integrarnos de alguna manera a ese círculo anteriormente inalcanzable como es el de la moda.