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Para perderle el miedo al risotto

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Nada como la comida italiana. Ya les conté de mi amor por las pastas y los helados, y hoy le toca al risotto. A pesar de mis paupérrimas habilidades culinarias, el risotto es algo que me hace sentir como si cocinara bien porque es fácil de hacer: sólo se trata de seguir las instrucciones sin innovar, al menos no las primeras veces.

Es la versatilidad de este plato lo que lo hace entretenido. Como las pastas y las pizzas, el risotto es la base para mezclar nuestros ingredientes favoritos y lograr una preparación fácil y rica. Alcachofas, camarones, tomates deshidratados, champiñones, hierbas, sólo por dejarles algunas ideas; después de eso, lo que se les ocurra. Hasta existe el risotto de mote, el mismo del mote con huesillo (y si no lo han probado no saben lo que se pierden).

El ingrediente más importante de esta tentación es, por supuesto, el arroz, y tal como la pasta, no se puede pasar: también tiene que quedar al dente. El arroz arborio es el mejor que podemos elegir para este plato porque es de grano corto y se infla, absorbiendo todo el caldo y con él todo su sabor.

La tradición culinaria dice que el azafrán es clave, pero la única vez que pensé en comprarlo pregunté por el precio y lo eliminé de la lista de ingredientes. Así que sin azafrán les dejo el paso a paso para lucirse con la familia, para conquistar a alguien o para no compartir con nadie más.

Preparación para cuatro personas:

Lo primero es picar finamente la cebolla y ponerla a cocinar con la mitad de la mantequilla. Antes de que se dore, echar el arroz y revolverlo junto con la cebolla a fuego bajo, hasta que se ponga transparente. Es muy importante que no se tueste. De a poco, añadir el caldo y un chorro del vino, sin que quede seco pero tampoco como sopa. A medida que el arroz va absorbiendo el caldo vamos echando más, revolviendo de vez en cuando. Se demora entre 20 y 30 minutos, pero como siempre, la mejor manera de estar seguros es probando: el arroz tiene que estar blando por fuera y ligeramente duro por dentro. Para terminar, echamos el resto de la mantequilla y el queso parmesano, y mezclamos todo. Rectificamos sal y pimienta, y terminamos nuestro exquisito risotto. Podemos dejarlo unos minutos reposando antes de servirlo.

Una copa de vino y listo, nada más que pedirle a la vida.