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Los Picarones y rosquitas

Hace un tiempo por la Alameda y un señor a la altura de metro U. De Chile hacía picarones de muestra para todo aquel que quisiera comprar su molde casero. La gente miraba medio raro, preguntaba si vendía la comida y otros compraban el famoso aparato que espero que usen.

Entonces una se pone a pensar… ¿Por qué miraban con tanta extrañeza algo que es tan tradicional de Chile? ¿Será que los picarones han perdido terreno frente a las sopaipillas pasadas? ¿Qué hacemos para mantenerlos vigentes? Pues la respuesta salta a la vista: prepararlos.

Del mismísimo Perú vienen estas ricuras, agradézcaselo a productores incas de zapallo y camote que al mezclarse con la harina de trigo y recetas de los españoles le dieron vida a los picarones. Siglos después la historia cuenta que una peruana avecindada en Santiago llamada «La Negra Rosalía” se hizo conocida en Chile porque empezó a vender picarones en la calle, por ahí por Teatinos con Santo Domingo. Pitonisa la mujer, ya por ahí por el 1800 armaría su boliche donde ahora se instala “La pequeña Lima”. Para que vea usted.

Nosotros los chilenizamos con levadura, un pelín de azúcar y ella: la dulce chancaca con clavos de olor, canela y naranja. Cosa más rica para una tarde de invierno con estufa a parafina, un tarro con agua y hojas de eucaliptus sobre ésta, y nosotros con un buen plato de picarones pasados. ¿Flor de panorama o no? Entonces tomen nota, porque son re fáciles de hacer. Y si no los quieren pasados, espolvoréeles azúcar flor encima que le van a quedar otro tradicional de nuestra cocina: las entrañables rosquitas dulces.

Picarones (o rosquitas, como quieran)

1 kg. harina cernida sin polvos de hornear
3/4 Kg. de zapallo camote
2 cucharadas de azúcar
1 pancito de levadura
1 pizca de sal (pizca es igual a la punta de una cucharita de té)
Harto aceite de maravilla para freír.

Si quieren que queden “pasados”

1 pan de chancaca
La cáscara de 1 naranja
Clavos de olor a gusto
1 lt. de agua
2 cucharadas de miel (de puro golosos)

Cocemos el zapallo en 1/2 lt. de agua con azúcar y formamos un puré. En un bowl grande cernimos harina, sumamos la levadura y de a poquito metemos el zapallo molido, mezclamos con la mano hasta que tengamos una masa uniforme y pegajosa. Tapamos con un paño de cocina y dejamos reposar un par de horas en un lugar tibio para que la levadura haga lo suyo, de ahí la importancia que el bowl sea grande porque la masa crecerá.

Para hacer los picarones se calienta muy bien el aceite, y acá viene el despliegue logístico: La masa cerca de la olla de la fritanga, pero también un tiesto con agua. ¿Por qué? Porque es más fácil armar los picarones, hacerles el hoyito y lanzarlos a la olla, y luego de cada uno mojarse las manos para que no se le pegue la masa. Ojo con que el agua no salte al aceite hirviendo, no queremos verlos en la crónica roja mañana.

En una olla aparte calentamos la chancaca con la miel, clavos y cáscara de naranja. Se remojan un par de minutos los picarones para que queden pasados y se sirve. Cuidado, que no se hacen hervir porque se pueden poner duros.

Que lo disfruten, ¡y me invitan a tomar once!