Porque el origen es uno, pero no son lo mismo que las albóndigas, ni mucho menos que una hamburguesa de supermercado (con el respeto bajonero que les tengo a estas últimas). Las fricandelas caseras son un must en la cocina chilena, y es justo y necesario destacarlas por los siglos de los siglos para que las tengamos por años en nuestras mesas.
Fritas, planas y crujientes las Frikadelle danesas y/o alemanas llegaron a nuestro país anda tú a saber hace cuánto y han sido capaces de conservar hasta el nombre parecido y pucha que se agradece su arribo.
Una sabrosa tradición
Desde chica me enseñaron a no desperdiciar la comida, lo cual sacando cuentas, me llevó a aprender varias cosas: 1) A comer por pena (por pena a que se pierda), 2) La gula no es un pecado, es una virtud, y 3) Reciclar es una maravilla: Lo que no se come, queda para perritos guachos de la calle, el té de hojas ya usado es un excelente fertilizante y el por último: pan añejo es lo mejor para las fricandelas.
Me acuerdo de mi abuela remojando la marraqueta vieja en agua y leche para luego estrujarla y empezar a mezclar los ingredientes. Al mismo bowl iban la carne molida, cebolla en cubitos, perejil picado, sal, pimienta y un par de huevos para pegar todo ésto.
Una bandeja al lado con un poco de harina recibía las bolitas de carne ya aplastadas y así no se pegaban. Como toda abuela cocinera, en sus dominios siempre existía una olla regalona exclusiva para la fritanga perfecta, y ahí iban a parar las fricandelas hasta que quedaban oscuras y crujientes por fuera. Cuando ya salían, el plato con toalla absorbente se escondía adentro del horno porque el que pasaba de seguro se robaba un par o más antes del almuerzo; ya ni recuerdo cuántas veces me quemé el paladar por agarrar una a la rápida y borrar evidencias cuanto antes, ya que son una verdadera adicción.
Para cenas o picoteos
Unas 3 o 4 puestas al lado de arroz recién hecho, puré casero o una de los acompañamientos favoritos de mi niñez: tallarines de espinaca con salsa de tomates y ajo, ¡cosa más rica!. La idea por supuesto es que siempre sobren, porque frías como picoteo también son ricas cuando una se arranca a golosear a la cocina, o bien adentro de una marraqueta con queso y tomate fresco,o lo que quieran ponerle en realidad.
Así que ya lo saben: prepárenlas, disfrútenlas, compártanlas y hónrenlas, porque no queremos que después pasen a la lista de las “pérdidas lamentables” de la cocina chilena. ¡Que vivan la fricandelas mi alma!