10 julio 2017

Pranayama o cuánto nos afecta la respiración

Respirar es una reacción del sistema nervioso central y no tenemos que decidir hacerlo cada vez. Pero ¿y si lo hiciéramos? También podemos respirar de manera consciente, y es ahí donde empieza el pranayama.

En la tradición yóguica el prana es la fuente primaria de la vida, la energía vital que impregna todo; lo físico, lo mental y lo cósmico. La técnica para controlarlo –el pranayama– es la práctica del control del flujo de aire que incluye la inhalación, la retención del aire (con pulmones llenos o vacíos) y la exhalación. La inhalación estimula nuestro organismo, la retención distribuye la energía y la exhalación bota el aire viciado y nos relaja.

Las técnicas de control de la respiración son variadas y en ellas vemos cómo los patrones de nuestra respiración cambian la manera en que nos sentimos. Así, podemos ver al pranayama como una invitación a ser curiosos sobre nuestra propia respiración y su efecto en nosotros.

Beneficios a todo nivel

A nivel energético, esta práctica equilibra nuestros canales energéticos y despierta en nosotros una energía muy potente que se ubica en el piso pélvico (Muladhara chakra), conocida como kundalini.

También nos ayuda a desarrollar la concentración, incluso antes de lo que nos gustaría lograr a través de la meditación. Cuando hemos escuchado tantas veces que meditar es no pensar en nada (gran error, a menos que seamos iluminados… o estemos muertos), es difícil llevarlo a la práctica.

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Llevar la atención a la respiración es el primer paso para aprender a domesticar nuestra mente, que es como un mono que no deja de saltar de rama en rama. Podemos partir con la mano sobre nuestro abdomen y observar ese movimiento: con esa sencilla práctica ya estamos cambiando algo importante en nuestra vida.

Estar atentos a nuestra respiración nos trae al presente, el único momento que existe en realidad. Cuando estamos conectados con ese presente, empezamos a escucharnos a nosotros mismos tanto como escuchamos a otros. Es muy importante hacerlo.

A nivel físico, el pranayama oxigena los pulmones y las células, permitiendo además botar una gran cantidad de dióxido de carbono.

Manos a la obra

Para empezar a practicarlo, les dejo algunos primeros pasos para conocer esta práctica.

Primer paso: cierra los ojos y concéntrate en tu respiración. Respira armónicamente y sin apuro, inhala y exhala profunda y tranquilamente. Nota cómo empiezas a relajarte.

Paso dos: para que no divague, dale a la mente una tarea: puedes, por ejemplo, repetir un mantra o recorrer con tu mente el mismo recorrido que hace la respiración. Si tu atención se va, tráela de vuelta. También puedes imaginar que inhalas vida y exhalas estrés, lo que te ayude a mantenerte concentrada.

Paso tres: conéctate contigo misma concentrándote en el entrecejo, en el tercer ojo o Ajna chakra.

El pranayama es cosa seria: en Estados Unidos lo han usado efectivamente para calmar síntomas de estrés post traumático en veteranos de guerra, y los Navy Seals usan la respiración para mantener la concentración antes de entrar en combate.

La importancia de la práctica cotidiana nos ayuda notablemente (¡además es gratis y no tiene efectos secundarios!). Como siempre, la invitación es a probar, a atreverse, a creer que hay otras alternativas para mejorar nuestra calidad de vida.

Catalina Avendaño

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