23 agosto 2016

Mindfulness o por qué sólo existe el presente

Muchas personas que han estudiado la meditación (es decir, personas que han podido experimentar lo difícil que es practicarla) dicen que la mente es como un mono: no para y que va de un lado a otro como saltando de rama en rama.

¿En qué momento del día la mente se enfoca? ¿Cuándo deja de pensar en el pasado o en el futuro, cuándo está realmente en el momento en que está? Porque ya sabemos que no hay más, la vida sólo es el momento presente.

Del dicho al hecho

Entrenar la mente para vivir el presente suele ser ser mucho más difícil de lo que pensamos antes de intentarlo. Después, lo difícil es no rendirse y seguir tratando. Meditar es un tipo de práctica mindfulness, pero podemos experimentarlo –es decir estar conscientes, atentos– sin necesariamente estar meditando.

Por ejemplo, puedes estar disfrutando de un té, pero tu “mente mono” está saltando de rama en rama: piensas en ayer, mañana, en los problemas, en otras personas, etc. Intenta observarlo y vivirlo sin que tu mente se vaya a otro lugar.

A mí me ayuda porque soy super ansiosa, y cuando se me vienen las mil responsabilidades a la cabeza mi pulso y mi respiración se aceleran (me preocupo como si se me viniera el mundo encima). En momentos como esos es importante darle a la mente una tarea, como concentrarse en la respiración, entonces vuelvo al presente y entiendo que no puedo vivir todo el futuro de una vez: sólo queda el día a día.

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No es necesario estar de piernas cruzadas y con los ojos cerrados para vivir el mindfulness: sólo se trata de tomar atención y estar presentes a lo que estamos viviendo.

Entrenamiento mental

La mente se entrena, tal como entrenamos el cuerpo. Durante años, igual como lo hacemos en el yoga, aprendemos a conocerla, a ver cómo reacciona, a guiarla por nuestro camino, a enseñarle a ir por donde nosotros queremos que vaya. Porque aunque no lo crean, muchas veces la mente parte donde se le da la gana, y nosotros la seguimos sin ni siquiera preguntarnos por qué. Eso se llaman reacciones.

Con el mindfulness, dejamos de juzgar todo lo que pasa y a todos los que nos rodean. Aceptamos la naturaleza de la vida, sin juicio, y entendemos que por más que busquemos certezas, la vida se trata de aprender a vivir en incertidumbre. Por un lado disfrutamos a concho los momentos buenos, por otro lado, sabemos que los momentos malos no duran para siempre.

Una tarea para toda la vida

Piensa por un momento qué pasaría si vivieras cada momento como único, como si nunca antes lo hubieras vivido ¿Cuánto de lo que vivimos lo experimentamos libremente? ¿O todo es parte de nuestros prejuicios, de experiencias pasadas, de nuestras reacciones?

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Cuando somos capaces de mirarnos –en vez de dejarnos llevar por nuestras reacciones– nos volvemos más libres porque logramos decidir quiénes somos y cómo queremos vivir. Observamos el calor que crece dentro de nosotros cuando sentimos rabia, o ese vacío que queremos llenar cuando empezamos a perder la paciencia: las emociones se revelan a través de sensaciones físicas y así es como podemos aprender a identificarlas.

Dejando el piloto automático podemos ver de dónde viene nuestro sufrimiento. Con la práctica del mindfulness la mente se aclara; tal como cuando el agua se calma y lo que pesa se va al fondo, o como cuando el humo que nos nubla finalmente se va y, por fin, nos deja ver la realidad.

Catalina Avendaño

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