8 mayo 2014

Mi mamá un mundo de cariño

Cuando se acerca el invierno los recuerdos de infancia aparecen, igual con el viento y las hojas café cayendo de los árboles, inesperados y sutiles. El invierno en mi casa es sinónimo de pan amasado y pizzas – con masa hecha por mi mamá. Desde niña el invierno es aroma a masa saliendo de la cocina, inundando todos los espacios de la casa e invitando a los niños a husmear.

Harina repartida por las diferentes superficies indicando ¡aquí algo delicioso está sucediendo!, un gran bowl es el contenedor de la magia mezcladora y de unión de los diferentes ingredientes que juntos se convierten en algo nuevo, el delantal de mi madre y «el maestro de cocina» aquel artefacto, que por supuesto los niños no podían tocar, era el gran aliado de mi mamá, en esa pequeña máquina la masa quedaba lista en unos minutos con el espesor y densidad exacto. Recién en este momento las manos podían tocar la masa.

Recuerdo tus delicadas manos dividiendo la masa tibia, tus dedos desaparecían en aquella reunión de ingredientes, separando en pequeños trozos lo que se convertiría en un nuevo alimento. Cada fragmento se convertiría en un pan, redondeado y pequeño, el último paso eran esas típicas marcas del tenedor sobre la masa que es la única similitud con el resto del pan amasado del mundo, todo lo demás es único. Tus manos y la masa se juntaban para ver las sonrisas de tus hijos, para disfrutar su alimentación dedicada y llena de cariño, ¡sólo con ingredientes sanos! decías y con eso se justificaba todo el trabajo.

La cocina es un espacio de creación y amor, selección de ingredientes y especias, combinaciones de sabores y aromas que van fundiéndose al ritmo del movimiento de las manos. Cocinar pasa a ser una experiencia de deleite, desde su creación a degustación, una forma de demostrar el cariño y donde se consideran los gustos y preferencias de todos.

Este año la temporada de pan amasado comenzó en otoño, con la misma dedicación mi mamá prepara el pan amasado para sus hijos todos adultos pero cuando nos reunimos alrededor de la canasta de pan amasado, mi mamá sigue viendo a esos niños sonrientes que disfrutan su regalo de amor hecho pan.

Dedicado a mi mamá que destina gran parte de sus energías y amor a sus tres hijos, que es un ejemplo de perseverancia, bondad y dedicación, que en cada mirada acaricia nuestro corazón y que con una sonrisa hace el mundo más feliz.

¡Feliz día a todas las mamás de útero y corazón!

Mariluz Soto

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