27 diciembre 2013

Las oportunidades que llegan con el Año Nuevo

Me encanta el Año Nuevo. La champaña, la comida, los brindis, las lentejas y las uvas, los recuerdos de mi papá armando los fuegos artificiales en la calle y nosotros con petardos y chispitas, pero sobre todo, porque es una oportunidad.

El Año Nuevo tiene algo que no tiene ninguna otra noche, es especial porque creemos que podemos empezar de nuevo. Después de un año que pasa volando, pero que a su vez termina cargado de recuerdos –buenos y malos–, qué necesario es tener un momento para cerrar el ciclo y prepararse para el siguiente: hacerlo un rito.

Miramos el año que viene como una gran oportunidad para volver a empezar, para pensar en las cosas que son realmente importantes; lo que queremos lograr pero que hemos ido dejando de lado en la locura del día a día.

Tenemos la esperanza de que algo va a cambiar después de esa noche, de que el año que viene será mejor que el que se acaba de ir. Volvemos a establecer nuestras prioridades y de repente tenemos la energía para creer en nosotros, en que lograremos lo que nos propongamos. Creo que durante la noche de Año Nuevo somos personas distintas, renovadas, esperanzadas.

Las Resoluciones de Año Nuevo son los planes grandes –como viajes–, o chicos –como ordenar el clóset– que nos proponemos ese día. Es una lista de deseos, y yo creo que hay que jugársela, pensar en grande. Mi lista del año pasado incluía, patudamente, un viaje que hace años quería hacer ¡y lo hice! Cómo no me va a gustar esa noche, si todo lo que viene después es bueno.

¿A ustedes qué es lo que más les gusta del 31 de diciembre?

Catalina Avendaño

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