Cómo hacer yoga con niños
El Dalai Lama dice que si los niños de todo el mundo meditaran, se necesitaría de una generación para eliminar la violencia del mundo. Con el yoga pasa algo parecido.
Los niños de hoy viven estresados producto del colegio, del trabajo de los papás, del exitismo, el consumismo. Pero ellos tienen una capacidad que los adultos hemos perdido: la capacidad de vivir el momento presente. Y eso es lo que hacemos en una clase de yoga con ellos; aprovechamos su capacidad de vivir el ahora, le sacamos el jugo y los guiamos para entrar más y más en ese momento.
Juego y yoga, una sola cosa
Una clases de yoga para niños es muy diferente a una clase de adultos (sería bien fome para ellos), así que lo primero es sacarnos todas las estructuras que traemos de nuestras clases. Entonces, lo que hacemos es tomar lo entretenido de la vida: la música, el dibujo, las historias y el juego, como herramientas para abrir el camino del yoga en los niños.
En una clase de yoga con niños es importante tener siempre presente la creatividad: invitarlos a salirse del molde, a crear, a soñar… el mundo de la fantasía será un lugar especial para ellos. Todo está en su interior, lo único que hacemos como profes es revelarlo, traerlo a la superficie. Por otra parte, la imaginación los mantiene tranquilos y en silencio: llevarlos de viaje por el mundo, sus personajes favoritos, sus amigos, imaginar colores, sabores y olores; todo eso los ayudará a mantener un momento de reflexión. Si lo acompañas todo con música, unos parlantes portátiles Bluetooth como los LG Music Flow P5 son ideales.
El juego también nos ayuda a mantener el interés de los alumnos más dispersos: jugar “un, dos, tres, ¡momia!” con posturas de yoga puede ser una alternativa para mantener la clase entretenida, pero también enfocada. Muchas de las posturas que hacemos tienen su origen en la naturaleza, entonces podemos ir a los nombres para traer la fantasía a la práctica: el perro, el león, el árbol, la montaña, etc.
Si hay algún alumno menos interesado, desafiarlo es algo que puede llamar su atención. Darle una postura difícil, de equilibrio y fuerza, por ejemplo, es una actividad que lo mantendrá ocupado y con ganas de superarse a pesar de la frustración: otro de las grandes virtudes del yoga.
Y en cuanto a los beneficios físicos, el yoga les permitirá desarrollar su flexibilidad, fortaleza, coordinación y consciencia de su cuerpo.
El yoga como forma de vida
Como cualquier cosa que aprendemos, es más fácil crear el hábito de conectarse con el silencio cuando somos chicos. El poder de la auto observación, la contemplación, hace de los niños (¡y también de los grandes!) personas mucho más conscientes de ellos mismos y de la vida que los rodea.
El yoga le enseña a los niños a descubrir el mundo a través de preguntas, de la reflexión, a ir un poco más allá de lo que es evidente. Es un proceso que los ayudará para toda la vida. Y producto de esto, el desarrollo de la concentración también irá apareciendo en la práctica.
Invitemos a nuestros niños a ser diferentes, a conectarse con ellos, a aceptarse como son, a confiar en sus capacidades; mostrémosles cómo ser diferentes los hace especiales. La única manera de lograr eso en ellos, es que, como adultos, estemos convencidos de eso.