8 abril 2014

Agua que no has de beber… déjasela a las plantas

Hace un par de décadas los actos de respeto al medio ambiente eran tomados como buenas conductas desde el punto de vista social. Ahora el tiempo se nos acaba y no podemos darnos el lujo de hacernos los desentendidos como parte del ecosistema viviente en el que desarrollamos nuestra línea vital.

De chicos lo típico: «Corta la llave mientras te estés lavando los dientes», «No dejes corriendo el agua y termina de lavarte las manos», «¿Vas a tomarte una taza de té? Entonces no pongas un litro de agua a hervir». Y ahí quedábamos, porque a la salida del jardín se tomaba la manguera y una casi se ponía contenta con toda el agua que abrillantaba el ambiente.

La llegada de la razón

La continua sensibilización con la idea del agua como recurso escaso me llevó a extremar medidas en mi manejo diario de ella. Si describo las acciones relacionadas por habitación, este sería más o menos el panorama:

Baño: El tema de considerar el agua con una temperatura apta para el baño es un tópico que cambia de casa en casa. En la mía ya sé que el proceso es rápido y que no puedo dejar corriendo la llave mientras me saco la ropa. La regla de oro es tratar de recoger lo que no se vaya a usar en ese instante y reutilizarla en otra zona de la casa: para remojar la ropa, echársela a las plantas o lo que necesite. El caso de los inodoros también es variable: hay unos muy sofisticados con sistemas de ahorro predeterminados, pero para los comunes el buen pulso también funciona y es posible agarrarle la maña para que no descargue del todo si no es imprescindible.

Cocina: Por el contrario, la llave del lavaplatos de mi casa se demora una eternidad, así que por lo general pongo una olla debajo que va a parar a una jardinera chica y a mis tres ficcus sobrevivientes. Ayuda también calentar sólo el agua que se va a utilizar y si acaso queda agua en la tetera, cuando se enfríe también las plantas lo agradecerán.

El caso del lavado de loza es un clásico: si tienes dos espacios en el lavaplatos, se enjabona todo y luego se va pasando bajo un chorro de agua de mediana intensidad (si se baja demasiado la presión se termina gastando más por el tiempo que se demora) y con el mayor ritmo posible entre pieza y pieza. Cuando tenía uno solo ponía todo lo enjabonado en una bandeja y ahí lo iba pasando debajo del chorro. Y las que tenemos la costumbre de poner los huevos crudos en agua para ver si flotan y desecharlos, les cuento que esa agua sirve también para las plantas.

El jardín: Acá hay tanto que decir, que se pasa al campo de las especialidades. Tuve la suerte enorme de conocer al paisajista Cristóbal Elgueta que tenía una real aversión al derroche de agua en los jardines y mostraba como trabajando con plantas de bajo consumo y sustituyendo los prados por ingeniosas combinaciones de especies, dabas cuenta de tu cultura.

Hasta el día de hoy, cada vez que veo esos mantos verdes impecables siempre pienso: «Tanta agua que toma, podrían hacerle unos caminitos, poner unas piedras… un jardín secreto o algo que ayude a evitar un gasto superfluo que no nos hace nada bien».

Alicia Pedroso

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