17 febrero 2015

Semillas comestibles y frutos secos

Semillas comestibles y frutos secos, ni un brillo. Típica talla fome de mi papá: “las semillas son para los pájaros”, y sí, pero es que las personas también debiéramos comerlas por todos (y no son pocos) los beneficios que le entregan a nuestra salud.

Hace unos años nadie hablaba de comerlas hasta que apareció el sésamo. Me acuerdo que me parecía raro no poder relacionarlo con otra cosa, meterlo en alguna categoría de comida, porque cuando estaba en el colegio las semillas no estaban consideradas en la dieta ni mucho menos en la pirámide alimenticia.

Y así de repente empezaron a llegar diferentes tipos, se pusieron de moda y hoy ya no hay nadie que no haya escuchado hablar de, por ejemplo, las semillas de linaza. Todos los supermercados tienen un lugar especializados en eso y en la gastronomía ya son parte de muchas recetas.

Semillas comestibles: Chiquititas pero cundidoras

Suena obvio, pero ¿pensamos en qué es una semilla realmente? Las comemos sin darnos cuenta lo importantes que son: nada menos que el origen de la vida. Esto mismo es lo que las hace ser tan potentes en términos nutritivos; tienen altas concentraciones de vitaminas, minerales y ácido graso Omega 3, entre muchas otras cosas.

Tomemos un ejemplo: las semillas de chía y linaza tienen la concentración más alta de Omega 3 conocida en las especies vegetales comestibles. Así de simple. La linaza –esa pequeñísima semilla alargada y café– disminuye la presión arterial, el colesterol y el  azúcar en la sangre, mientras que la chía –otra ínfima pepita gris– mejora los indicadores de la diabetes y nos ayuda a perder peso.

semillas comestibles y frutos secos

semillas comestibles y frutos secos

 

La quínoa fue otro fenómeno. De ser totalmente desconocida llegó a todos los restoranes y a nuestras cocinas, y ahora tenemos que elegir entre preparar la blanca, la negra o la roja. Muchos piensan que es un cereal pero en realidad es la semilla de una hierba y no sólo es versátil para la cocina, su consumo es beneficioso para los pacientes con diabetes, controla los niveles de colesterol y es buena fuente de hierro vegetal.

Estudios demuestran que, en el caso de los frutos secos, su consumo moderado no lleva a subir de peso como muchos piensan, por el contrario, su alta concentración de fibra y nutrientes compensa las calorías consumidas. Los adultos mayores pueden disfrutar de los beneficios que tienen para disminuir los ataques al corazón y reducir los niveles de colesterol, mientras que los celíacos pueden incluirlos libremente en sus preparaciones porque no tienen gluten.

Las semillas comestibles también promueven la digestión y tienen importantes niveles de fibra, y si no comen carne como yo, también son una excelente alternativa para la dieta porque también tiene proteína.  Parece mentira, pero todo eso y más las hace muy potentes para nuestra alimentación.

Cómo incluir las semillas comestibles y los frutos secos a nuestra dieta

Para que estos pequeños súper alimentos nos entreguen todos sus beneficios es necesario comerlos crudos (menos la quínoa, que se come como un cereal). Cocinarlas sólo destruye sus nutrientes y hará que pierdan todas las propiedades que nos benefician. Entonces si queremos disfrutar tanto de su sabor como de su cualidades nutritivas, es importante comerlas sin sal (son fritas), tostadas ni recubiertas de azúcar. Crudas es como mejor nos hacen.

Antes de comerlas podemos activarlas y para eso es necesario dejarlas remojando en agua por un buen rato, para de esta manera impulsar los nutrientes que en su naturaleza permitirán que crezca la planta que hay dentro de ella. Esto también hace más fácil su digestión, y por lo tanto la absorción de sus vitaminas y minerales.

Chía con jugo de naranja y linaza con yogurt al desayuno, quínoa fría o caliente mezclada con ensaladas o como alternativa para el arroz, las nueces como snack, pan integral con semillas de girasol, sésamo con queso crema y soya, semillas de zapallo con sopas para el invierno… son infinitas las posibilidades  para las semillas comestibles, sólo hay que atreverse a salir de lo típico, probar, jugar. De eso se trata la cocina.

No son productos baratos, pero tampoco usamos grandes porciones. Al principio podemos ir probando diferentes semillas comestibles, con diferentes preparaciones, para ir poco a poco incorporándolas en nuestra dieta y recibir todos sus beneficios. Ustedes mismos se darán cuenta de que algo ha cambiado.

Catalina Avendaño

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