27 enero 2014

¡Pura rumba en Colombia!

Por años este país cafetero fue vinculado a carteles de droga y guerrilla. Hoy, Colombia deja atrás el estigma para ofrecer al visitante un sinfín de maravillas naturales, buena cocina y pura amabilidad. Como bien dice su slogan país: “El único riesgo es que te quieras quedar”.

Bogotá; la capital del encanto colombiano.

“¡Pilas mami, pilas!” Es la señal de premura que más se escucha en Bogotá por las mañanas. El día en la capital comienza temprano ya que el horario de oficina parte a las siete de la mañana y los casi ocho millones de personas que viven en ella se mueven raudos hacia el trabajo. No por eso menos sonrientes; un “tintico” de café y unas arepas rellenas componen el desayuno habitual. Es tanta la amabilidad colombiana que nunca falta el barista callejero que se toma el tiempo de recomendar un buen café o los mejores huevos pericos para acompañar las arepas.

Recorrer el centro histórico de Bogotá es un imperdible, coloridas casitas coloniales, calles empedradas y serpenteantes componen el barrio de La Candelaria. Punto de reunión para algunos de los más importantes museos del país como el Museo de Botero o el Museo del Oro, además de plazas y fuentes que lo hacen a uno perderse en el tiempo, además de uno que otro paisa con sus sombreros cafeteros, propios del ballenato.

Bogotá es de esas ciudades grises y ruidosas, donde la gente parece apurada, sin embargo se llena de colores gracias a sus vendedores ambulantes ofreciendo mangos y guayabas frescos, quesos rellenos de dulce, arepas y otro tintico de café… Es que si no “¿Cómo funciona esta vaina?”

Puro guaro antioqueño

Medellín es la capital del Departamento de Antioquia, conocido como la meca del Aguardiente colombiano, el trago nacional, popularmente llamado guaro. Porque salir de rumba en Medellín sin cargar bajo el brazo una botellita de este destilado con sabor a anís, es casi un pecado. Tanto así que en lugares como El Parque Lleras, epicentro de la rumba paisa, el guaro se comparte entre los grupos que llegan a pasar la noche ¿La idea? ¡Que el guayabo (resaca) no lo deje ver el sol al día siguiente!

El centro de Medellín es tranquilo, en la famosa Plaza de Botero los más viejos se sientan en la banca a mirar cómo la juventud corre apurada de un lado a otro. Ahí entre las gordas esculturas del artista se comercia un sinfín de comestibles, entre los más apetecidos el patacón o plátano frito, enormes paltas que se comen a cucharadas y nuevamente los minutos telefónicos.

Un imperdible de esta ciudad es tomar el Metro cable, parte del sistema de transporte público, que conecta el centro con las diferentes comunas en lo alto de las montañas. Hace algunos años ni siquiera la policía se atrevía a entrar hasta al interior de estos barrios y hoy un Centro Cultural en la cima, da cuenta de que las antiguas calles de Pablo Escobar han sido abiertas a todos dejando salir de ellas lo mejor de Colombia, su gente.

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Giannina Mundaca

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