30 diciembre 2014

Los «raspados», verdaderos deleites de la cocina

Esta conversación salió de un ranking con mi papá, todos comiendo en familia y, como es usual tanto por mi lado como por el de mi +1, no importa el banquete, porque mientras uno se enguata igual estamos pensando en la siguiente comida o hablando de ella.

Analizando las maravillas simples de esta vida llegamos a una gran instancia gastronómica: los raspados, qué cosa más rica.

La fascinación de sacar con una cuchara o tenedor hasta lo último que queda pegado en el plato o en la olla, hace que esta columna tenga por objetivo posicionar como se merecen tales manjares. Van algunos citados, pero por supuesto que nos encantaría conocer los de ustedes. Nos fuimos entonces:

Los mejores raspados

Sartén con jugo de bistec: El rey de los raspados, más aún si la carne se hizo con ajo y trocitos dorados quedaron en el fondo junto con una reducción salada que sólo necesita marraqueta fresca o amasado y una buena avivada porque son varios los que irán detrás de ese premio.

Sémola con leche casera: Una maravilla, la mezcla dulce que queda en el fondo de la olla que se prepara hace que la cuchara de palo sea nuestra mejor amiga, mejor aún si se empezó a dorar en el fondo y sale con forma de lámina con cada cucharazo pasado a azúcar, vainilla, canela, leche y cascarita de naranja.

Paila de queso derretido: Un clásico en los desayunos familiares cuando el queso valía 2 chauchas y el colesterol no era tema. Pocas cosas son más ricas que sacar el raspado poroso y medio rígido del queso que quedó en la paila.

La Humita: No me diga que una humita calentada en agua o microondas tiene el mismo sabor de una calentada en tostador de lata, porque o si no hasta acá llega la amistad. Cómo resistirse a esa bendita once-comida chilena con humitas de hojas medio quemadas que cuando se abren dejan un raspado alucinante; vamos entonces poniéndole azúcar y/o una buena ensalada de tomates que nos hagan estirar el verano.

 Paila de huevos: Creo que las explicaciones sobran. Solos, con tomate, con jamón, con longaniza, revolviendo de inmediato o solamente la clara para que se cocine primero para pinchar la yema al final… el raspado del huevo es un derecho ciudadano que se defiende y se pelea entre los integrantes de la familia a la hora de once.

 Paella: Arroz lleno del gusto al caldo donde se cocinó que nos da un raspado tostado y sabores concentrados de choricillos, mariscos, arvejitas, pollo y costillar, todo en una sola cucharada. Olé!

 La bandeja de la torta: Se acabó el cumpleaños y se guarda la torta…hasta el desayuno siguiente, que con el bizcocho remojado vamos a querer raspar todo lo que queda abajo. Mención honrosa para los restos que deja una buena 3 leches o una merengue frambuesa.

 El librillo de greda: Esa fantástica cascarita que queda pegada a los bordes y el raspado del fondo hacen que uno llore de emoción al cucharear lo que queda de un pastel de choclo y uno de jaibas, una belleza.

¿Ven que el tema da para harto? Ahora les toca a ustedes porque yo le pongo fichas a todos, que vivan los raspados de la olla, mi alma.

Natalia Quezada

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