1 diciembre 2014

Ladies First: Sarah Linden en The Killing

Por  @negracesante

Un auto, dos detectives y la lluvia que no para. Siempre llueve en Seattle. La lluvia es un llanto constante que cae sobre sus habitantes en una ciudad donde las niñas desaparecen, los adolescentes escapan de casa y familias enteras son masacradas a sangre fría.

The Killing, inspirada en la serie danesa Forbrydelsen, pasó con la violencia de un huracán ante mis ojos. 44 episodios y 4 temporadas en menos de un mes, no es mi récord frente a un televisor, pero está en el cuadro de honor de obsesiones seriales.

No es una serie perfecta. Sus múltiples cancelaciones y regresos de la muerte así lo demuestran. Aunque la primera temporada se devora, la segunda pone a prueba los límites de la paciencia, alargando el mismo caso de la entrega anterior. La tercera muta para bien con una historia durísima donde las subtramas dejan de sentirse como relleno y logran helarte hasta los huesos, pero tiene un final torpe y frustrante. La cuarta y última entrega, con tan solo seis capítulos, es más un funeral dolido y apresurado que una temporada. Sin embargo, el corazón de la serie siempre está donde debe estar, en los detectives Sarah Linden (Mireille Enos) y Stephen Holder (Joel Kinnaman).

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El camino está lleno de baches, pero dentro de ese auto, en medio del olor a cigarrillos, la pareja de detectives hace crecer la serie en cada conversación y silencio compartido. El misterio pasa a segundo plano y lo que queda es la historia de una mujer policía tremendamente autoexigida que está dispuesta a hacer lo correcto, aunque su vida amenace con derrumbarse en el proceso.

La tele que me parió estaba plagada de hermosas detectives, policías o agentes que estaban muy conscientes de sus encantos y vestían seductoramente para atraer a los malhechores a sus trampas. A la Mujer Biónica, Los Ángeles de Charlie y Stacy Sheridan en T.J. Hooker, nunca se les desordenó un pelo en la resolución de sus casos. Sarah Linden es el perfecto opuesto a todas ellas. No usa maquillaje, su pelo está siempre amarrado, pero nunca peinado, sus chalecos son tres tallas más grandes que su cuerpo y habla muy poco, pero en la batalla es más biónica y fuerte que todas ellas.

No es gratuito que la serie comience con la detective Linden a días de casarse y que la aparición de una joven muerta al interior de la cajuela de un auto le impida partir. Sarah se crió en hogares de acogida y carga con el dolor de una niñez marcada por el abandono, por eso es incapaz de apartarse del crimen de esta joven.

Linden es muy humana, real e imperfecta. Siempre está tratando de hacer lo correcto y atrapar a los malos aunque en su obsesión por cazarlos se olvide de vivir, comer y dormir. No es fácil ser una mujer detective. Decisiones que en un hombre serían elogiadas por su compromiso con la profesión, a ella se le devuelven en avalanchas de críticas. Sarah es madre y cría a su hijo sola, su trabajo implica largas horas lejos de él y muchas cenas sacadas directamente de las máquinas expendedoras.

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¿Cómo es ser una detective mujer? Bueno, sales a la calle a atrapar a los malos y en todo momento eres una mala madre. Durante todas las temporadas es perseguida por el fantasma de perder a su hijo. Todos y cada uno de los personajes le dicen en más de una oportunidad que vaya a cuidar a su hijo adolescente en vez de estar buscando justicia para los muertos. Y ojo, que la crítica no se queda en los personajes ficticios: Linden estuvo durante mucho tiempo en todas las listas de “madres terribles” de la televisión. Un lugar del que me gustaría sacarla en esta humilde tribuna.

Acá tenemos a Sarah Linden, una mujer que fue abandonada por su madre cuando pequeña, que fue criada en hogares temporales y que se convirtió en madre a temprana edad. En contra de todo pronóstico, ella es la única mujer policía del departamento de Homicidios, es buena en su trabajo, trabaja incansablemente y cría de la mejor manera que puede a su hijo.

No voy a tratar de defender el modelo de crianza de Sarah Linden, no viene al caso. Pero Sarah siempre le dice a su hijo que lo quiere, lo felicita por sus logros escolares y llegado el momento es capaz de aceptar que se vaya a vivir con su padre porque es lo mejor para el crío. Linden puede no haber sido una madre a tiempo completo, pero cualquiera con dos dedos de frente entiende al final del recorrido, que ella fue la mejor madre que pudo ser y una de las representaciones más honestas, hoy en día, de lo difícil que es ser mujer.

Uno de las grandes aprendizajes que rescato de The Killing es esa representación dolorosamente realista de cómo se juzga a las madres en nuestra cultura, donde las mujeres de la vida real a las que les apasiona su trabajo nunca son suficientemente buenas madres.

En palabras de Stephen Holder: Aguante mamacita. Te acompañé por cuatro temporadas y todas tus maravillosas virtudes y entrañables defectos se quedan conmigo.

Las cuatro temporadas de The Killing se encuentran disponibles en Netflix.

Ángela Díaz Camus

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