23 abril 2015

¿Por qué existe tanta crítica a los grandes festivales de música?

Eventos
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Lollapalloza nace en 1991 de  la mano del vocalista de Janes Adiction, Perry Farrell. Bajo un espíritu noventero,  cuentan, se quiso abordar el espíritu de la época, esa generación llamada MTV o generación X, en una especie de símil a Woodstock, y hasta 1997 fue realizado con gran éxito. Mal que mal, era el lugar donde todos esos jóvenes inadaptados podían ser finalmente ser realmente quienes eran.

Un éxito por donde se vea, la contracultura siempre ha sido un arma de doble filo para el desarrollo de una escena. El marketing poderosamente posa sus garras sobre cualquier objeto/tendencia/ afición o lo que sea, para explotarlo, empaquetarlo y venderlo. Eso no es novedad.

Todos sabemos que parte del encanto de algo así es el sentimiento de pertenencia, esa manera que tiene la cultura pop para ubicarnos en una época de nuestras vidas con determinados elementos culturales. No somos hijos de una sociedad destrozada por la guerra, somos hijos de una medianamente exitosa economía, que atesoramos productos y marcas como huella de nuestros mejores momentos.

Les pasó a los hippies, a la generación beat, le pasó al punk, le pasó al grunge y a muchos otros ¿Cómo no le va a pasar a los festivales de  música?

Modapalooza

Hoy Lollapalloza es enfrentado por un gran sector de la sociedad como nada más que una pasarela, un evento social y definitivamente un lugar donde la música pasó a segundo plano en pos del glamour que ofrecen las celebrities y la prensa muy, muy rosa.

Lo de Coachella  es similar. El Festival de Música y Artes de Coachella Valley nace en 1993 cuando Eddie Vedder se montó en un pleito con Tickmaster por el monopolio de los escenarios  del sur de California. Finalmente se terminó organizando un concierto en Club de Polo Empire de Indio con la presencia de 25.000 personas. Tras un aumento explosivo de los asistentes, en 1999 se empezó a celebrar de manera regular, teniendo la participación de grupos como The Chemical Brothers, Underworld, Pixies, Radiohead, The Cure, Nine Inch Nails, Daft Punk o Massive Attack.

Resumen de Coachella 2015:

Hasta ese momento, el evento era organizado por una pequeña productora punk llamada Goldenvoice, que luego fue absorbida por Anschutz Entertainment Group, mismo grupo que capitalizó el evento a lo que es hoy, como detalladamente cuenta el artículo de la BBC.

Lo que partió como un evento para la gente con una gran cantidad de artistas en escena, terminó convirtiéndose en un meta-festival de celebrities, por celebrities, para celebrities. En la versión de Coachella de este año, vieron a Robert Pattinson drogado, a Rihanna consumiendo cocaína y a Justin Bieber peleando con guardias de seguridad.

¿Alguien sabe quién tocó?

Sinceramente, nada de esto importa, Rihanna puede hacer lo que quiera, el asunto es que finalmente la controversia barata trasciende sobre el verdadero espíritu del festival y lo vuelve un espectáculo en donde solo prima la superficialidad en contraposición a su intención original.

En nuestra misma versión de Lollapalloza, polémicas baratas se suscitan. Basta recordar que por lo menos en varias versiones anteriores del festival se han denunciado artículos que agreden al público femenino desde la misoginia, sacando fotos a chicas sin ninguna autorización y haciéndolo pasar por periodismo choro.

Los festivales se han vuelto una plaza fashionista en donde importa la plasticidad de cómo vas vestido y cuantas selfies te tomes, en vez de ir a disfrutar al artista. Es increíble la cantidad de autofotos que aparecen en detrimento de las apreciaciones de los shows.

Resumen de Lollapalooza Chile 2015:

Lo que pasa con los festivales de música de todas formas no es nada nuevo. Es obvio que la masificación de las cosas atrae gente que no comulga con el espíritu original de una iniciativa, por eso el hipsterismo siempre rasga vestiduras, pero de cierta forma, la banalización sí es algo real, pues han trasformado lo que se supuso algo como contracultural a un negocio redondo para hacerte sentir parte de algo único.

La culpa es de todos, desde el público que acepta la segregación, el sentido de pertenencia y exclusividad que otorgan precios carísimos, hasta el marketing sin freno que trastoca lo que alguna vez fue una crítica al mismo sistema.

Nadie les dice que no pueden vender un show, pero, por favor, mantengamos las dignidad del mensaje, que no se vuelva más importante el look del público que la banda que toca, o sino, estamos hasta las masas.

Alexander Bracho

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