22 agosto 2018

Papel convencional y digital: juntos como hermanos

Cote2 (1)

Las últimas cifras compartidas por CERLALC nos muestran una tendencia que muchos profesionales del área venimos declarando hace años: los libros físicos y digitales pueden convivir en perfecta armonía, disminuyendo de a poco el monopolio del papel pero en ningún caso destinándolo a la extinción, como algunos apocalípticos vaticinaron en la década pasada. No hay razón para correr en círculos. La gente ama el papel convencional, para qué estamos con cosas, y no tiene para cuándo morir, pero lo cierto es que las nuevas generaciones son eminentemente de pantalla y su presión social ha obligado a la industria a tomar algunas medidas. Fenómenos como Wattpad o BPDigital llegaron a mover las jaulas de los conservadores para abrir la conversación hacia la diversidad de formatos, probando cómo éstos fomentan más y mejores lectores.

Según la entidad dependiente de UNESCO, de la cifra total de publicaciones editoriales en el 2017 en América Latina, un 20,2% corresponde a ediciones digitales, una cifra altísima comparada con el 9,2% del 2010. Los países que van a la delantera son Cuba (32,4%) y Brasil (29,7%), así como las editoriales universitarias, quienes destinan el 30% de toda su producción a ejemplares digitales. La academia ha abrazado las ventajas del formato virtual en cuanto a la facilidad de entrada para sus estudiantes y la rapidez de intercambio con otras instituciones, pero aún falta mucho, pues aunque las publicaciones nuevas son sencillas de encontrar para lectura en tu celular, el atraso está en la digitalización de libros, ensayos e informes previos al año 2000, que todavía se deben consultar obligatoriamente de forma presencial en bibliotecas.

Obstáculos más, obstáculos menos, el panorama es prometedor tanto en la producción digital como en el acceso. La plataforma de escritura y lectura libre Wattpad ya cuenta con 65 millones de usuarios en todo el mundo, donde se publican más de 60 mil historias diarias en 50 idiomas distintos, y se ha convertido en la cuna de muchísimos escritores amateurs que hoy ya saltaron a la literatura profesional. La mayoría de sus usuarios son adolescentes y jóvenes, y según estadísticas oficiales, pasan al menos treinta minutos en cada sesión de lectura, las que pueden ser múltiples en un solo día. ¿Nuestros niños no leen? Ja. No están leyendo donde los adultos creen o quieren, más bien. Nacieron con una pantalla bajo el brazo y no tienen miedo a utilizarlas.

La Biblioteca Pública Digital (BPDigital) es otro ejemplo que me encanta, no sólo porque ya es hoy una de las bibliotecas más importantes de Chile con sus más de 200 mil usuarios activos, maravillosamente democrática al integrar diversos grupos etarios y socioeconómicos, sino porque tuve la suerte de participar en el equipo que desarrolló su revolución mediática y la llevó a ganar el Premio Nacional de Innovación el 2016. Es un sistema de préstamo gratuito de títulos digitales (más de 25 mil a la fecha entre clásicos, best-sellers, revistas y textos académicos) para todos los ciudadanos chilenos con RUT vigente, dentro o fuera de Chile, y basta con descargar la app para iOS o Android. Si bien al comienzo pocos creyeron que tendría algún impacto, el tiempo le dio la razón a los visionarios que impulsaron este proyecto desde las entrañas de la desaparecida DIBAM y me dan ganas de aplaudir. Hoy se alza como un éxito rotundo y su crecimiento no para. ¿Eso quiere decir que la gente está dejando de leer en papel convencional? No pues. Se puede caminar y mascar chicle. BPDigital va como avión, pero comparte un sitio del pedestal nacional con estandartes como Bibliometro y la Biblioteca de Santiago, íconos de préstamos de ejemplares físicos. Además, impulsar la lectura digital no implica desmerecer la otra, y las mismas bibliotecas lo saben, creando iniciativas que combinan ambas para llegar a la mayor cantidad de público posible. Los recién inaugurados puntos de préstamo virtual de Bibliometro en las estaciones Inés de Suárez y Ñuñoa de la línea 6, son una prueba de esto.

Los puristas que odian un formato en favor del otro, olvidan convenientemente que el fin último de todo texto es que llegue a un lector. Ese es el norte. Producimos libros porque buscamos producir lectores. Sin ellos los escritores no existimos, mis novelas no serían más que piezas inertes de decoración. Los lectores mandan, y si algunos prefieren leer en su computador o celular, que así sea. Ahí estaremos, o debemos estar, mercado y bibliotecas. Sigamos ampliando la mirada y el acceso, para que cada día haya más personas leyendo. Gocemos la experiencia de ambos papeles, digital y convencional, en cuanto ambos apuntan a públicos de distintas demandas con el más lindo objetivo en común: consumir historias. Que nadie los detenga.

Fran Solar

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