22 marzo 2017

Un clásico en Netflix: El quinto elemento

Aunque no lo crean este año El quinto elemento cumple ni más ni menos que (redoble de tambores) ¡veinte (20) años! (infarto). Muchos crecieron con esta película y por lo tanto es increíblemente difícil verla con ojos frescos. Ya estamos acostumbrados al exceso de color (esas ropas), a sus personajes icónicos (Leelo, Ruby Rod, Zorg), a su humor (¿cuántas películas de ciencia ficción hacen reír tanto?), a su música (Plavalaguna, hello) y a ¡Multipass!

La verdad es que El quinto elemento es una película única por dónde se la mire. Se supone que es de ciencia-ficción, pero está más cerca de la fantasía que de otra cosa, pues se trata de una batalla ancestral que empezó hace miles de años entre dos fuerzas cósmicas muy neutras, solo que transcurre en el “futuro”. Y lo pongo entre comillas porque esta película tiene el futuro más “retro” que existe. En 1997 no teníamos cómo darnos cuenta de esto, pero vista hoy, podemos decir que las capacidades premonitorias de Luc Besson (el peliculasta y guionista) fueron nulas. En otras palabras el compadre no le achuntó a nada. Y eso importa bien poco, la verdad. De hecho, es parte del encanto de El quinto elemento.

La historia parte en el antiguo Egipto, donde unos alienígenas medio steam punk vienen a buscar las piedras de los elementos, para guardarlas durante mil años o qué sé yo. Antes de irse, le indican a un sacerdote que ellos volverán cuando la humanidad necesite las piedras de nuevo. Ahí cortamos mil años en el futuro, y acaba de aparecer un planeta en curso a la Tierra que lo destruye todo a su paso y es maldad pura. Un villano abstracto que en realidad da un poco lo mismo (es como “la nada” que se comía al reino de Fantasía en La historia sin fin), porque lo que importa en esta película son las aventuras de Korben Dallas (Bruce Willis) y los demás personajes. Leyendo todo esto que acabo de describir, creo que he descrito pésimo la trama de El quinto elemento, porque lo que se goza es el alma que tiene. Un alma demasiado puesta en el siglo veinte.

Para que entiendan de qué estoy hablando, el futuro en esta película es como el de Los Supersónicos. Los adelantos tecnológicos son completamente análogos: todo está automatizado, la cama se hace sola cuando uno se levanta, la ducha aparece apretando un botón, incluso hay un dispensador de cigarros que ayuda al usuario a dejar de fumar, dándole apenas cuatro unidades (loco, cómo te explico que en el futuro el cigarro está en vías de extinción). Mientras la historia de la humanidad decidió irse hacia lo virtual, a reemplazar lo físico por nubes, streaming y apps, El quinto elemento muestra un futuro muy “físico”, que yo creo estaba obsoleto hasta en 1997. (Dato no menor, el guión de esta película el compadre lo imaginó cuando era un adolescente, es decir, en la época de Los Supersónicos). Bruce Willis encuentra la casa de otro personaje porque la buscó “en la guía de teléfonos” (que en paz descansen). Hay muchas cabinas telefónicas (pero con video), la licencia de conducir es una tarjeta física que se inserta en el auto y descuenta puntos, y así. Y la tecnología y el entretenimiento son todas extensiones “futuristas” de cosas muy de la época en que fueron imaginadas. Ejemplo: En el futuro de El quinto elemento sigue habiendo taxis, pero vuelan. Los carritos de comida china de las grandes ciudades gringas son barcos, pero vuelan. Hay cruceros y aviones, pero son espaciales. Y el entretenimiento es igual de mutante: la más grande superestrella mundial (Ruby Road) es un locutor de radio. La diva más famosa del universo (Plavalaguna) canta ópera. Y el mundo parece paralizarse por un concurso de azar organizado por unas croquetas del programa de radio de Ruby. Es todo lo contrario de Black Mirror, un futuro optimista colorinche, donde hasta el delincuente más pinganilla anda con una facha pulenta diseñada por Jean Paul Gaultier.

Igual tiene cosas entretenidas que en su momento fueron bien audaces y que hacen que hoy la película sea más “única”. ¿Ejemplos? Es un mundo muy progresivo y tolerante. El presidente “del mundo” es negro. Hay gente de todas razas, colores y especies interactuando en relativa armonía (es cierto que los protagonistas son todos caucásicos, pero bueh). Y es un mundo que se ve muy avanzado en identidad de género, y si no me creen miren a Ruby Road. Parece ser un gay rimbombante, look extremo, animal print, gritón, y muy sensible, pero para qué lo describo si se roba la película y es el mejor personaje que ha hecho Chris Tucker en toda su vida. ¡Pero es un seductor y todas las mujeres están locas por él! Ah y el “gobierno del mundo” tiene sacerdotes en el concejo. Y todo funciona perfecto y nadie reprime a nadie. El futuro de El quinto elemento está reconciliado hasta con su propia destrucción. “Sí, contaminamos toda la superficie de la Tierra, pero para eso construimos edificios gigantescos, nadie va allá abajo, nadie va a la niebla”.

Otro ejemplo de mezcolanza saludable y diversidad es la banda sonora, escrita por un francés y que debe tener todos los estilos musicales posibles del mundo. Los de Star Trek usaron Sabotage para regocijo de todos y nos mostraron un futuro optimista, pero hace veinte años El quinto elemento le puso esta canción a una persecución de autos voladores. O sea.

Si me preguntan a mí, El quinto elemento es una película que solo se puede amar y repetirse sin cesar. También creo que Milla Jovovich se manda una actuación digna de Oscar, porque crea un personaje que es emoción pura. Si piensan en el personaje de Leelo se darán cuenta de que es uno de los personajes más difíciles que puedan existir: es una salvaje futurista, no sabe hablar nuestro idioma, tiene superpóderes, acaba de nacer, es una encarnación física del quinto elemento mismo que es el amor (spoiler), aprende de nuestro mundo leyendo un CD-Rom (jajaja), pelea con artes marciales y más encima anda la mitad de la película semidesnuda. La comadre no solo logró todo esto con creces, además se echa a toda la audiencia al bolsillo desde el momento en que aparece por primera vez. Si fuera un día normal les diría que la actuación de Milla Jovovich es una de las mejores actuaciones de todos los tiempos. Y adivinen, es un día normal.

No se me ocurre ninguna película parecida a El quinto elemento, pero soy un converso desde que la vi en el cine. Repasarla en Netflix es algo que siempre me saca una sonrisa, porque este tipo de películas nunca más van a existir. No solo porque Hollywood ya no hace cosas tan jugadas, sino también porque no hay nadie haciendo películas como Luc Besson hacía en esta época, y me temo que eso incluye al mismísimo Luc Besson. Así que mi consejo es abrir Netflix y gozar con este viaje al pasado futurista que es El quinto elemento. Gracias por leer, cabros.

Conoce más reseñas y noticias sobre tendencias en este enlace.

Hermes El Sabio

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