TV Review: Grace & Frankie

Los 90 están de vuelta. Regresaron en forma de remakes en las salas de cine y en esta sitcom.

Lo primero que llama la atención de Grace y Frankie es el tono de comedia livianita apta para la mamá, el papá, los niños y la abuelita de la casa. Una apuesta que no deja ser extraña en un canal de streaming como Netflix y en el año 2015, cuando el humor que la rompe es aquel que hace reír pero que también sabe ser crudo, al estilo de Transparent (Amazon), Orange is The New Black (Netflix) y Girls (HBO).

¿Una apuesta equivocada? Nada más alejado de la realidad. La serie tiene la gran gracia de revivir el ritmo y tono de las comedias familiares noventeras, sin sentirse rancia o fuera de tiempo. Es cierto que le toma algunos capítulos agarrar el ritmo, y que a ratos las pausas después de cada chiste parecen estar esperando las risas grabadas, pero Grace y Frankie tiene el potencial para ser algo especial, divertido y conmovedor.

Todo comienza con una explosión nuclear, al menos para las dos protagonistas. Grace (Jane Fonda) y Frankie (Lily Tomlin) se saludan con falsa simpatía en un restaurante. No se simpatizan y solo comparten mesa porque sus maridos son colegas y amigos inseparables. Robert (Martin Sheen) y Sol (Sam Waterston) entran en escena con un anuncio: están enamorados el uno del otro, mantiene una relación amorosa hace más de 20 años y quieren el divorcio porque planean casarse.

Dos mujeres de más de 70 años, con sus vidas resueltas e hijos adultos, se ven obligadas a replantear sus vidas sin sus maridos y a vivir este proceso juntas, a pesar de que son absolutamente diferentes la una de la otra: Grace es una estirada señora de sociedad, Frankie una hippie. Una fórmula mil veces vista en comedia, dos polos opuestos obligados a convivir y que, sin embargo, incorpora una mirada distinta al dejar rápidamente atrás los estereotipos y centrar la atención en cómo estas dos mujeres se apoyarán durante este doloroso trance.

La serie de 13 episodios, creada por Marta Kauffman (Friends) y Howard J. Morris (Home Improvment), vuelve a explotar la química que Fonda y Tomlin demostraron en esa exquisitez ochentera que fue la película Nine to Five y les entrega el espacio necesario para construir una comedia simple y emotiva, donde las risas no llegan en estallidos sino en oleadas de cariño por dos protagonistas entrañables. A Grace y Frankie no le falta humor, hay un montón de chistes agudos, pero el espectador no se quedará por eso, lo hará porque rápidamente se encariñará con ellas.

Vistos en modo maratón, que es una de las maravillas que permite Netflix, los episodios muestran una cierta cualidad repetitiva y dejan ver uno que otro cliché, pero eso no impide que los corazones rotos de Frankie y Grace se sientan reales. Lo mismo pasa con la relación entre Sol y Robert que, una vez sabe dejar atrás los lugares comunes, logra ser una de las relaciones más tiernas y dulces actualmente en pantalla.

Si bien hay muchas cosas que una segunda temporada debe arreglar, empezando por el escaso desarrollo de los personajes secundarios –los hijos a excepción de Brianna (June Diane Raphael) hasta ahora son un simple adorno en la trama principal–, la sensación final que deja la serie es que superará sus defectos y se ganará un espacio en el corazón de los televidentes.

Grace y Frankie no está destinada a cambiar la historia de las comedias televisivas, no estamos frente a un nuevo Seinfeld, ni ante Louis C.K, pero sí frente a una apuesta valiosa, que se aleja del repetitivo gag juvenil con el que Chuck Lorre (The Big Bang Theory, Two and A Half Men) ha invadido el género durante los últimos 10 años, para jugársela por una pareja de heroínas de 70 años con el oficio y talento suficiente para revivir nuestro amor por las comedias en las que los personajes evolucionan y nos importan.

Grace y Frankie se encuentra disponible en Netflix, disfrútala en tu LG Smart TV.