4 abril 2011

[Lollapalooza] Así se vivió el primer día del festival musical

Entretenimiento
Escrito por:

Post escrito por Carmen Duarte*. Fotos por Diego Duarte Cereceda, Lucía Fernandez Muriano, Constanza Valderrama y Carlos Müller / Lollapalooza Chile

Para los que vivieron los noventas, esos locos años donde MTV era nuevo en el cable y lo alternativo era un movimiento en ciernes y no una un calificativo para una nueva colección en una multitienda, Lollapalooza era todo con lo que un adolescente rockero podía soñar. Tocaban bandas que estaban en su peak para una marea de gente, con el visto bueno de Perry Farrell, amo y señor de lo cool. Algún día de seguro alguien pensó veremos eso en Sudamérica.

Más de 10 años después, el epicentro se sitúa en Santiago y la espera eterna se acabó. Lollapalooza aterrizó el sábado y lo hizo sentir kilómetros a la redonda. Con un sol inmisericorde y aún así una audiencia feliz y entregada, el festival cumplió con todas las expectativas del primer día.

El recorrido partió con Francisca Valenzuela, que con su pop de teclados y vocación de estrella se dedicó a un publico que venía llegando de a poco, después de ser expuestos a todo tipo de iniciativas verdes -una suerte de primer mundo reciclable- y encaminados a la impresionante vista de los dos escenarios y la Cúpula. Ahí vino un paso por el escenario LG, para ver a los locales New Kids on the Noise, que aunque no fuera ni la una de la tarde ya hacían bailar a su quinceañera concurrencia. Un rápido cambio de escenario, y en un llenísimo Tech Stage terminaba Astro, otra banda santiaguina que a falta de mejor término diremos que cultiva algo como “andean psych”: psicodelia con toques autóctonos.

Y ahí se vino uno de los mejores shows del día. En el mismo -y repleto- Tech Stage Dënver, una de las bandas revelación de la escena independiente chilena hacía un show infalible. Bronces, brillo, actitud de popstar y melodías que funcionan en la pista de baile, lo estos sanfelipeños da para pensar que van para la consagración internacional.

El próximo destino fue el Claro Stage con Cypress Hill. Iconos del hip hop de la costa oeste norteamericana, estos oriundos de Compton, L.A, hicieron un show solidísimo. Con la seguridad que tienen las bandas con una trayectoria ganada y que no tienen que demostrarle nada a nadie, salvo que responderle a su público que feliz bailó el set para latinos que trajo la banda. De ahí vino James en el Coca Cola Zero Stage, show que prometía convertirse en una explosión de devoción sudorosa dado su caudal de hits. No fue así, y su estilo de pop británico calmo fue una pausa necesaria que se agradeció en una jornada que ya a todas luces era maratónica.

Y épica: entrar al Tech Stage para ver a Edward Sharpe y The Magnetic Zeros se volvió una lucha con una marea de gente y la seguridad que no parecía entender que el rock es 50% cabeceo y 50% transpiración y se negaba a dejar entrar más gente. Y ahí estaba Wayne Coyne de The Flamings Lips diciéndole a Francisca Valenzuela lo mucho que le había gustado su show y que debía conocer a “Kanye.” Y ahí llegó James con su hijita con unos protectores de orejas adorables y todos se fueron a ver a estos hippies que entraban sudorosos al escenario que esas alturas ya hervía. Era algo digno de ver: con un candor flower power, la banda de dio un show encantador en base a acordeón, guitarreo y panderetas.

Pero no hubo tiempo para ver el final: The National se aprestaba en el Coca Cola Zero Stage. Como una de las mejores bandas newyorkinas de la actualidad, su puesta en escena sorprendió por su fragilidad. Como anti rockstars, presentan la vivencia personal cruda arriba del escenario para que miles de personas la compartan. Visto así, no es extraño que Matt Berninger (vocalista de la banda) pareciera al borde del colapso nervioso un minuto y luego escapara corriendo en un gesto catártico a tocar el público. Emocionante.

Y ahí empezamos a cerrar la noche con Empire of the Sun, en el LG Stage, que entró a matar. Con un vestuario y bailarinas que ya se quisiera Lady Gaga, hicieron bailar a la Cúpula entera, en algo que es una mezcla entre drama, pop, cabaret y muchas pero muchas pelucas. Al final, sonrisas en toda el sector cercano al escenario, donde llegaron los pedazos de la guitarra rota que lanzó de su frontman tras cerrar el show.

Aunque bien podría pensarse que uno ha vuelto a los noventas y a ese espíritu adolescente (en parte gracias a las vestimentas de los asistentes: muchas camisas a cuadros y bototos,o por ese espíritu de comunidad ecológica en ciernes o quizá simplemente por ese anhelo quinceañero de ver muchas pero muchas bandas nuevas en un día), las horas de rock empiezan a pasar la cuenta. Nos despedimos con The Killers en el Coca Cola Zero Stage, el verdadero show de stadium rock de la jornada. Verdaderos himnos para las masas. Donde Brandon Flowers urge enfático a su público a entregarlo todo, manos en alto, parado arriba de los parlantes. Un cierre de postal, para un evento que parece poner a Santiago, por un segundo, en el centro del mundo.
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*Carmen Duarte es desde 2001 colaboradora y parte del comité editorial del sitio web especializado en música independiente Super45.

Fran

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