6 abril 2011

Guachacas, ser o no ser

Hace pocos días se lanzó la tradicional competencia del Rey y Reina Guachaca, donde participa un graneado grupo de rostros o personalidades de la TV y otros rubros, y no falta el debate de si uno u otro representa de verdad lo que se está pidiendo. Sólo el nombre de una de las involucradas, Allison Gohler –la meteoróloga del matinal ‘Bienvenidos’ de Canal 13- sería suficiente para dejar a la candidata fuera de concurso. ¿Es para tanto? ¿Qué significa ser “guachaca”?

Hay en internet muchos artículos sobre este tema y muchos intentos de describir con precisión de qué hablamos cuando hablamos de «cultura guachaca«. Y aún así sigue siendo no tan estricto en sus límites. A primera vista, se trata de aquellos que viven y respiran la verdadera identidad chilena. ¿Quiénes serían esos? Según don Dióscoro “guaripola” Rojas, fundador de este movimiento que quiere «recuperar una nueva chilenidad», es quien se va en metro a la pega –calor, sudor y mal olor incluidos-, es asiduo a La Piojera y su conocido “terremoto”, ve “Primer Plano” en vez de algo cultural, escucha y canta cueca más días que sólo el 18 de septiembre, lee La Cuarta y/o LUN en la fila de Servipag, es picarón, dicharachero, y así un largo etcétera. Se entiende el punto, ¿no?

Pero todavía no nos ponemos de acuerdo. Que potencia el patriotismo, que es para resentidos sociales, que combate el arribismo, que hace 50 años se entendía pero que ya no, que no es más que una invención mediática para reírse de los que no sueltan el vaso de pipeño… en fin. Hoy por hoy, con todos los cambios que hemos vivido como sociedad –que se entienden y son válidos, pues la humanidad se mueve, querámoslo o no-, es bien difícil definir con tanta exactitud qué es ser chileno y qué no, y por ende, qué merece o no entrar en la categoría guachaca. Si le preguntamos a un extranjero, algo que identifica a un chileno es que es ladrón.

Así tal cual. Muchos compatriotas han decidido el mal camino tras nuestras fronteras y nos han hecho un flaco favor en nuestra imagen país. Entonces, ¿eso quiere decir que un guachaca es, por esencia, un ladrón? Ahí entramos en las sutilezas. Porque la típica imagen del guachaca es aquel sentado en una mesa con mantel de plástico y una garrafa de vino. ¿Ese es el chileno promedio? Yo creo que no. Pudo haber sido hace tiempo, sí, pero hoy no. Y así, la definición debería mutar. El guachaca ya no sería el «verdadero chileno» o el «chileno todo el año». El guachaca sería aquel que vive y rescata sólo ciertos aspectos de la identidad chilena y las exacerba, pero que no representa al promedio, menos a la mayoría.

Si lo entendiéramos así, en lugar de chaquetear a los nominados por si tienen o no apellido extranjero, el filtro inicial de la organización debería ser más depurado para no tener que llegar a esa pelea. Porque sino el tema se transforma en otro show mediático más, y la corona en un premio cualquiera, que nada tiene que ver con ser guachaca, si no con el puro gusto de figurar. O a lo mejor, simplemente, de eso se ha tratado todo este tiempo.

Fran Solar

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