5 junio 2014

Así es la segunda temporada de Orange Is The New Black

Este viernes 6 de junio Netflix arremete con la nueva entrega de la comedia carcelaria de Piper y compañía. Los amigos de la red de streaming me entregaron un adelanto con los seis primeros capítulos para poder contarles a ustedes, queridos y fieles lectores, cómo se viene esta segunda etapa en la prisión de Litchfield.

Lean tranquilos, no hay grandes spoilers de la segunda temporada de Orange is the New Black, se los prometo.

Reconozco que cuando se estrenó la serie mi primera reacción fue: «Okey, está bien, pero no es para mí«. Piper Chapman (Taylor Schilling), la rubia ‘pijecita‘ con cara de venado asustado, no me conquistó (es más, la odie un poco) y la posibilidad de que Larry (Jason Biggs), su noviecito American Pie, tuviera, tarde o temprano, una escena de masturbación en pantalla, estuvo a punto de convencerme de no ponerle play al segundo capítulo.

Pero algo pasó en ese episodio que me obligó a ver el tercero y de allí en adelante no pude parar de verla en una de esas maratones casi de adicta que solo le dedico a mis series favoritas.

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Piper perseguía una gallina al interior de la prisión y yo quería que la alcanzara. Cada aparición de Crazy Eyes interpretada por Uzo Aduba me dejaba con ganas de verla más tiempo en pantalla. Sophia (Laverne Cox), la transexual más conmovedora de la TV, luchaba por conseguir sus hormonas al interior de la cárcel y yo empezaba a organizar una marcha en Plaza Italia para que se las entregaran. Para el décimo episodio ya estaba absolutamente enamorada de cada una de las reclusas. Bien jugado Netflix.

En el piloto de la serie, Sam Healy (Michael Harney), el jefe de los guardias, le decía a una torpe y asustada Piper: «Esto no es Oz». Una advertencia que servía tanto para la protagonista como para los espectadores, estábamos introduciéndonos en el mundo carcelario, un formato que años antes ya había sido explorado exitosamente por HBO, pero esta vez ingresaríamos a él desde una perspectiva diferente.

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Tomé esta frase como una declaración de principios de su creadora, Jenji Kohan (Weeds), quien se sumergió en un universo repleto de clichés para salir a flote con una comedia negra que sorprende constantemente por su peculiar mezcla de humor y drama carcelario.

 

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La rubia ingenua que ingresa a la cárcel en el primer episodio, es solo el caballo de Troya y la excusa para poner en escena a un ejército de mujeres reales, bien escritas, que sufren, quieren, tropiezan y dan la pelea. Es raro ver una serie con tantos personajes femeninos brillantes y este elenco puede ser razón suficiente para pasarse 13 horas como prisionera en Litchfield.

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Es cierto que el humor de Orange a menudo es gráfico y fuerte, porque incluso en una prisión de mínima seguridad las amenazas abundan, pero esto no implica en ningún caso que la humanidad de las prisioneras desaparezca. Hay una constante sensación de autenticidad en los personajes y la serie no se avergüenza de ser tierna, incluso a ratos un poco cursi, porque se sabe lejos de la típica caricatura de las mujeres en prisión.

Luego de transformarse en una de las series más comentadas del 2013, y en un éxito en premios y crítica para Netflix, Kohan y sus escritores vuelven a la carga con la difícil misión de mantener el naranja tan a la moda como lo sugiere el título de la serie.

DE VUELTA A PRISIÓN

Si la primera temporada nos mostró los aspectos deshumanizantes de la cárcel a través de los ojos asustados de su protagonista, la segunda entrega parte con una Piper que ya no es la rubia extraviada en el bosque. Poco queda de la novata y es momento de enfrentar las consecuencias de la agresión que cerró el primer ciclo.

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La primera media hora parece querer convencernos de un descenso más oscuro a los infiernos, pero, a poco andar, es la misma Piper la encargada de recordarnos que estamos viendo una comedia con una escena que incluye a una cucaracha llamada «Yoda» y a una reclusa obsesionada con las cartas astrales de sus compañeras.

La media docena de episodios entregados a la crítica por adelantado mantienen viva la chispa creativa, a pesar de que inevitablemente la trama se siente dispersa y menos urgente que en su primera temporada, pero uno finalmente está dispuesto a pasar por alto todos estos detalles con tal de recuperar a sus personajes favoritos.

Una vez resueltos los asuntos pendientes, son los flashbacks los que atrapan nuestra atención. Era que no, si los escritores decidieron sacar toda la artillería pesada contando las historias de Taystee (Danielle Brooks), Poussey (Samira Wiley), Crazy Eyes y Lorna Morello (Yael Stone), la que entrega el mejor capítulo de esta primera tanda, derrochando talento con su exagerado acento, su inocente dulzura y su estética de muñequita de los años 50.

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Los puntos fuertes de la serie siguen descansando en las historias individuales de estas mujeres que, lejos de aspirar a convertirse en modelos a seguir o cuentos con moraleja, están allí para mostrar el camino de errores que hoy las tienen tras las rejas.

Dos nuevos personajes son los encargados de inyectar sangre fresca al universo naranja: una chica de rasgos orientales que persigue a Piper como perrito faldero y una experimentada mujer afroamericana que está por segunda vez en esa cárcel y que arrastra una historia tanto con Taystee como con la rusa Red.

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También siguen allí las historias de los personajes que esperan a Piper fuera de la cárcel: su mejor amiga Polly (Maria Dizzia) y Larry, siempre presentes para sacarnos de los muros de la prisión, pero cada vez más innecesarios cuando los comparamos con el exquisito microcosmos que tenemos tras las rejas.

La vida dentro de la prisión es tan cruda como siempre, el sexo es más gráfico y la locura más sociópata y, si por un rato nos parece que esos aspectos fueron dejados de lado, una comprometedora escena con el perro de la reclusa Boo nos recuerda que seguimos en prisión y que es precisamente este prisma, tan rara vez visto en la televisión convencional, el que nos obliga a quedarnos en Litchfield.

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Es innegable que la velocidad baja en la primera parte de este regreso, pero también lo es que la fuerza de Orange is the New Black sigue estando donde debe estar, en el corazón de sus reclusas.

Mi recomendación: Desactiven todos los planes para este fin de semana y pónganse el traje naranja.

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Ángela Díaz Camus

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