27 diciembre 2016

Adiós, Princesa. Carrie Fisher (1956-2016)

No pensé que me iba a dar tanta pena.

Hace unos días cuando recibimos la noticia de que Carrie Fisher había tenido un infarto, nadie pensó realmente que se iba a morir. “Se encuentra estable” decían todos los reportes y todos nosotros soltábamos el aire, aliviados. Obvio. La Fuerza estaba con ella. Si se la ganó a las drogas, la depresión, los divorcios y todas esas cosas que tanto pasan en E! True Hollywood Story un infarto no es nada. In your face 2016. Con Leia no.

Y justamente por ese alivio que todos sentimos que nos dolió tanto el mazazo en la cabeza que fue la noticia de su muerte. Mientras los obituarios se esparcían como virus por nuestras redes sociales, a muchos de nosotros la garganta se nos fue anudando, y los ojos se llenaron de lágrimas inesperadas de esas que queman, y que no consuela ni la mamá con sopita y regaloneo.

Porque aunque jamás la conocimos, para muchos de nosotros fue una amiga.

Siempre se ha dicho que la trilogía original de Star Wars es un “Club de Toby” solo para niñitos. Se trata de guerras galácticas, duelos de sables y los héroes son todos hombres, porque pareciera haber una sola mujer en la galaxia. En mi caso, eso es completamente cierto. No conocí a fanáticas de Star Wars hasta muy tarde en mi vida, y aunque me alegra que eso haya cambiado hoy, la verdad es que nunca se ha dimensionado el verdadero impacto de esa “única mujer en la galaxia”. Para muchos Leia fue de alguna manera la primera mujer en nuestras vidas, y era una que entraba haciéndole frente a Darth Vader desde su metro diez de estatura, sin dejarse intimidar. Leia era una princesa, cierto, pero también era una rebelde que aguantaba torturas, que le hacían explotar su planeta natal frente a sus ojos, y así y todo tenía energía para echarle la foca a Han Solo y a Chewbacca, y a tomar completamente las riendas de su propia operación de rescate. Su presencia en Star Wars (¡cuando tenía veinte años!) era tan importante, que la sientes “realeza” en cuanto aparece, y su encanto era tan grande que al final cuando le sonríe a los héroes en la escena de las medallas, nosotros sentimos que también habíamos ganado una. Entendíamos completamente el entusiasmo de R2-D2 sacudiéndose de un lado a otro como un perrito que le está dando la bienvenida a su dueño después de una larga ausencia. Leia lo era todo.

Después los moñitos quedaron atrás. Vinieron las trencitas y su liderazgo en El Imperio Contraataca. Su preocupación cuando Luke no vuelve. Su rabia contra Han, y su amor por él cuando lo meten en carbonita. Ese mismo amor que la hace infiltrarse en el antro de Jabba disfrazada de caza recompensas, que a muchos nos apuró la pubertad con ese bikini, y que nos regaló una de las imágenes más poderosas del “girl-power” cuando asesina a su opresor con su propia cadena. Muchos nos estamos dando cuenta recién de esto, pero Leia era la humanidad en Star Wars. Luke es el héroe-página-en-blanco que hace el viaje. Han es el mercenario que todos queremos ser, pero Leia es la que sufría, la que le pasaban cosas, la que se encuentra por primera vez con esos ositos salvajes y los conquista a todos, tal como nos conquistó a nosotros.

Fuera del universo Star Wars, ella siguió creciendo con nosotros. Descubrimos que era una simpática y un modelo a seguir incluso fuera de la galaxia lejana, muy lejana. La vimos aparecer en otras películas, fue esa soltera medio histérica amiga de Harry y de Sally, y mejor aún, descubrimos que el mejor personaje de Carrie Fisher era Carrie Fisher. Honesta, con una vida llena de altibajos (¡estuvo casada con Paul Simon!), escritora prolífica con libros, stand-ups, y un montón de logros que ni todo el Imperio Galáctico pudo opacar.

El año pasado, cuando en The Force Awakens nos contaban que ahora era una general, a todos nos pareció increíblemente perfecto porque es obvio que la alguna vez princesa era más líder que ninguno en esa saga. Su presencia en la campaña publicitaria de esa película con sus declaraciones, sus trolleos, sus fotos levantando el dedo medio con su perrito en brazos eran mucho mejor que todo lo que vimos en esa película. Con el tiempo, Carrie Fisher pasó de ser nuestra primera amiga, a ser una especie de segunda madre, que todos queríamos y admirábamos por defecto.

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Como les dije al principio, no pensé que su muerte me iba a dar tanta pena, pero después de escribirles esto entiendo mejor por qué. Siempre la miramos a huevo, y ahora que no está, deja un hoyo negro gigantesco en la galaxia. Y tal como esas señoras lloraban a Lady Di en los 90’s, la Nación Ñoña debiera unirse en una despedida igual de sentida por esta mujer que de alguna forma nos demuestra que todos necesitamos tener una “realeza” que admirar y que venerar. Así que buen viaje, princesa. Gracias por todo y te vamos a echar muchísimo de menos.

Hermes El Sabio

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