27 noviembre 2018

La popularidad frágil

No más engaños. Así como se sumó a la lucha contra el bullying virtual, perfeccionando un algoritmo para detectar violencia en fotos y comentarios, Instagram ahora hizo temblar a varios con otro anuncio: eliminarán likes y seguidores falsos de miles de cuentas. Influencers al desnudo. ¿Cuán frágil es tu popularidad?

Obtener seguidores falsos por un poco de dinero es muy tentador. Siempre lo ha sido. En los primeros años de las redes sociales, aumentar tus números tenía que ver con aparentar popularidad y sentirte mejor contigo mismo, pero en los últimos años eso dio un paso radical y, quizá, peligroso: un número abultado significaba más posibilidades de lucrar. Porque en eso se han convertido, especialmente Instagram; en verdaderos catálogos de productos aún más irritantes que esos mamotretos espantosos que llegan con el diario en la época escolar o navideña.

Llevo un tiempo dejando de seguir a varias personas que consideraba realmente interesantes y valiosas, lo que me apena un montón, pero cuando 4 de 5 posts son vendiendo algo –generalmente en menciones disfrazadas de naturalidad que suelen producir vergüenza ajena–, la situación me supera. Honestamente, prefiero una cuenta llena de selfies que llena de close-up de zapatillas. La moderación o sentido común se diluyó en la creciente oportunidad de un cheque, y tras las celebridades musicales o televisivas que por razones obvias cuentan con cientos de miles de seguidores –y muchas marcas a sus pies–, aparecieron personas comunes y corrientes intentando construir cuentas atractivas para ciertas empresas o rubros. Eso no tiene nada de malo; lo malo es que gran parte de ellos llegó donde está a punta de estrategias que no fueron de los trigos más limpios.

Comprar seguidores se convirtió en algo fácil, común, y durante años el mercado hizo la vista gorda, pero todo cae por su propio peso y las mismas plataformas tomaron el toro por las astas. Así como Twitter lleva varios meses realizando sus propios barridos masivos, afectando los números de muchos influyentes, acaba de sumarse Instagram con un notición: la compañía comenzó este lunes a borrar likes, seguidores y comentarios probadamente falsos en cuentas cuyos movimientos son sospechosos de “falsa popularidad” por utilizar servicios fraudulentos de terceros. “Es parte de un gran esfuerzo para mantener esta plataforma lo más auténtica posible”, dijeron en un comunicado oficial, y no queda más que aplaudir, aunque signifique que un montón de supuestas “estrellas de las redes sociales” comiencen a correr en círculos. Todo es parte de esta excelente y esperada tendencia actual de arremeter contra trollsfake news y la violencia virtual en general. La falsa popularidad no podía escapar.

Pensé en la hipocresía que era escribir sobre esto, ya que yo misma estoy dentro de la categoría “influencer”, apoyando regularmente las campañas de algunas marcas que considero orgánicas a mi perfil y modo de vida. Me di el permiso para hacerlo pues creo estar en el escalafón más “pueblo” de esa tribu: la que en Instagram ni siquiera tiene los suficientes seguidores para poner links en sus stories. Así no más.

Me convendría muchísimo comprar unas tres mil cuentas, es fácil y relativamente económico de hacer, pues así tendría un número más atractivo de mostrar y por ende más ofertas comerciales, pero jamás se me ha pasado por la cabeza hacerlo, básicamente por dos razones: mis estándares morales son muy altos (siempre me pregunto qué haría Dana Scully o Newt Scamander en mi lugar) y a fin de cuentas lo encuentro inútil, aunque suene contradictorio. Mediante una sencilla observación es bastante fácil reconocer las cuentas artificialmente infladas y, en serio, no entiendo cómo alguien quisiera pasar por esa humillación.

A veces le echo la culpa de mis decisiones no sólo a mis personajes de ficción favoritos sino a mi deformación profesional, pues al especializarme en medios digitales en mi carrera periodística tuve que estudiar comportamientos virtuales desde el primer día y siempre tuve la convicción de que el engagement era la clave, lo único realmente importante en este entuerto, ya sea que tengas 50 ó 50.000 seguidores. Tener una cuenta de miles, pero posts con diez likes y un RT es suficientemente decidor. Si tus seguidores no te pescan, no enganchan en tus conversaciones, no participan, es como si no existieran. Es un número vacío, no importa la cantidad de ceros que lo acompañen. Y sin duda no estoy descubriendo la rueda, es un discurso dicho por cientos de expertos en los últimos años, por lo que era lógico que apareciera más temprano que tarde algún software malicioso (o un hacker con tiempo libre) que ofreciera engagement falso (likes y comentarios) a las cuentas que lo necesitaran. Sin embargo, si existe alguien que lo hace, también está el que lo deshace, y ha sido el propio Instagram quien tomó el liderazgo de limpiar su casa. Ya era hora.

Sorprende que aún hoy haya gente cayendo en la tentación de la popularidad falsa (y frágil), tanto los que sueñan con ser influyentes como las agencias de publicidad que los contratan. ¿Cambiará algún día? Sí, y no sólo por barridos masivos. Algunos estudios recientes apuntan a que la naturalidad, cercanía y veracidad de lo que muestras en tus redes son tu mejor activo, y espero de corazón que se transforme en una tendencia que arrase con las máscaras y posturas (y que las marcas comiencen a valorarlo). Si somos de verdad, conectamos de verdad.

Fran Solar

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