26 enero 2018

Energía inalámbrica ¿qué tan lejos estamos?

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Tanto amantes de la tecnología como los no tanto deberían amar el concepto de «wireless» o «libre de cables». ¿Es que alguien puede gozar desenredándolos y tropezándose eternamente con ellos? La tecnología Bluetooth, por ejemplo, nos permitió prescindir de ellos en muchos escenarios. Hoy disfrutamos de televisores, celulares y equipos de sonido con tecnología inalámbrica que nos dan mucha más libertad que modelos de hace algunas décadas. Pero siempre ha quedado un tema pendiente donde los cables siguen mandando: la carga.

Tengamos un auto eléctrico, un celular o lo-que-sea electrónico, llegará el momento cuando haya que conectarlo. Es de esas cosas irremediables de la vida, como los impuestos o el desfile del 21 de mayo. La energía, por ahora, simplemente necesita de este medio y no hay reemplazantes, por qué ¿se imaginan energía simplemente viajando por el aire hasta nuestros equipos? Pfff, que cosa más futurista ¿no?

Bueno, alegría, alegría, amigos, que no estamos tan lejos. De hecho, ya hay un renombrado científico trabajando en ello y logrando grandes avances.

Un Nobel por la energía

Entra en escena Hiroshi Amano, físico japonés ganador del Premio Nobel de Física de 2014. Amano, junto a otros científicos nipones, fue galardonado por la invención del diodo de luz azul, algo que posibilitó la creación de las luces LED blancas y azules. No pocos productos de hoy en día utilizan esta tecnología.

Amano, a la izquierda, hablando con el Primer Ministro de su país.

Amano, a la izquierda, hablando con el Primer Ministro de su país.

Hoy, lo que mantiene al físico despierto en las noches es un nuevo sistema de fuente de energía que la «manda» mediante ondas electromagnéticas, a través del aire. Sí, sugiero leer la última frase nuevamente e imaginar la cantidad de aplicaciones que podría tener esta tecnología.

Autos eléctricos podrían cargarse en el camino, drones podrían volar hasta la eternidad y nuestros celulares estarían libres de las cadenas de los cargadores. Pero las implicaciones van más allá: imagínense una granja de energía solar espacial, capaz de enviar su producción al mundo mediante el aire. O imagínense lo que significaría para gente de lugares remotos, quienes podrían disfrutar de luz sin depender del complicado tendido eléctrico.

Ahora, si bien es un concepto que se ha barajado desde hace algunos años, el gran impedimento es la pérdida de energía que ocurre entre el equipo emisor y el receptor. ¿Cuál es el secreto de Amano y su equipo? El grupo de investigadores cree que la cristalización del nitruro de galio (el mismo elemento que sirvió para la tecnología LED), permitiría fabricar semiconductores eléctricos más eficientes. De hecho, ya lo lograron.

El sistema remoto se compone de dos antenas que transmitirían la energía con pérdidas mínimas, logrando por primera vez darle eficiencia a este soñado método de transferencia energética. El objeto inicial de prueba es un dron, y por eso se halla Amano trabajando junto a un fabricante de estos equipos voladores.

Amano piensa empezar de a poco. De aquí a 3 años, quieren desarrollar un sistema inalámbrico que funcione a una distancia de unas cuantas decenas de centímetros. Pero no deja de lado su visión a largo plazo: «Creo que (el sistema de suministro de energía remoto) se convertirá en una tecnología que contribuirá más al bienestar de las personas de todo el mundo que el LED azul».

Ahora toca a soñar, e imaginarnos a Amano recibiendo un nuevo Nobel, pero esta vez por liberarnos de la tiranía de los cables para siempre.

¿En cuántos años crees que tendremos una tecnología así?

Francisco Lastra

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