11 julio 2018

A prueba de duchas

Cote1

Soy un tanto torpe y no saco nada con ocultarlo. Me pego en las puertas, quiebro los vasos, me tropiezo en las escaleras y golpeo a gente en la calle sin querer, siempre morada de vergüenza. Suelo echarle la culpa a mi avanzado astigmatismo, pero aprendí que nadie se fija en mis anteojos ni quiere escuchar esas excusas técnicas cuando, por abrir una puerta sin cuidado, el café de alguien termina en el suelo. Ups.

Por eso con la tecnología soy doblemente cautelosa. Compro las carcasas más gruesas del mercado para mis celulares y a veces ni les saco el plástico de la pantalla, porque todo ayuda al momento de las caídas. A mi notebook le puse protecciones en las esquinas, mi juguera sólo la maneja mi mamá (porque yo no cocino, además) y mi lavadora está configurada para que funcione haciendo click en un solo botón. Si me pongo creativa y aprieto alguno de más, las probabilidades de que algo falle y mi cocina se inunde son muy altas. Ya me pasó. Dos veces.

El ítem parlantes portátiles es delicado. Ya han muerto varios en mi casa. Con el primero pensé que simplemente había tenido mala suerte y venía fallado de fábrica. Con el segundo comencé a vislumbrar el patrón. Me rebusqué para entender qué estaba haciendo mal, pero leí y releí el papelito con las instrucciones y nada. Fue un amigo el que me abrió los ojos: “No habrás mojado el parlante, ¿no?”.

Ups de nuevo. ¿Dónde más se aprovechan las bondades de un parlante portátil si no es en la ducha? ¿Ah?

No crean que los estoy ahogando, tampoco tan perdida; aún no me baja la locura de la música bajo el agua. El problema es el vapor y las gotas y chorreos ocasionales, o no tan ocasionales, en realidad, porque el aleatorio de Spotify a veces se pone cizañero y esa canción que me recuerda a mi ex aparece más de la cuenta. Con shampoo en los ojos –y en los dedos– he estirado el brazo para darle al next, next, next, y bueno, después me quejo de que el botón del parlante ya no funciona. Curiosamente, tomar mi smartphone con las manos mojadas nunca ha sido opción porque, obvio, se puede echar a perder. ¿Por qué no lo pensé también para el otro objeto tech? Misterio sin resolver.

Creí que encontrar un parlante mini y resistente al agua sería más difícil, pero hace unos días supe de la existencia del PK3, el modelo más pequeño de la serie XBoomGo. Le relaté mis desventuras al experto en Audio LG y fue suficientemente buena onda como para no burlarse. Al contrario, dijo que mi caso era más común de lo que pensaba, me aseguró que el PK3 era “a prueba de duchas” por su diseño tan hermético y que lo testeara con confianza, porque era capaz de resistir hasta 30 minutos si se cayera a una piscina, por ejemplo. Sonaba bonito, pero como me sé peligro público, no estaba tan segura. El relajo llegó cuando descubrí que este XBoomGo, además de Enhanced Bass (alta calidad de sonido), tenía micrófono y comando de voz incorporado. ¡La solución a todos mis problemas! Bastaba con dejar mi Android desbloqueado en alguna esquina del baño, vincular vía bluetooth y modular “OK Google” al parlante. Luego dar la orden de “Abre Spotify”, después “Play Spotify”, y así empezó una canción de Taylor Swift sin mediar tocaciones. ¡Aleluya, hermano! Se escuchaba perfecto, hasta ahí todo bien… pero cuando quise adelantar, el “Next” no lo pescó. Diablos. Para cambiar de canción, estaba obligada a hacerlo manual. Con los dedos mojados y temblorosos, usé el botón correspondiente, varias veces, así como todos los botones disponibles… y ya van tres duchas desde entonces.

Aún no me atrevo a celebrar, porque quien nace manitos de hacha muere cortando leña, pero le tengo fe a esta nueva adquisición. Al next número quince, les cuento.

 

Fran Solar

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