12 abril 2012

“Silent Hill: Downpour”, fiel hasta el final

Llovían las malas críticas a este juego. Terribles. Desde el último Silent Hill (Homecoming) que ya las puntuaciones de los expertos ponían a esta franquicia en bajada y sin retorno. Sin embargo, como sólo soy una gamer amateur sin expertise en tecnicismos –ni tampoco es mi intención, ya que en Chile tenemos a varios eruditos en el área–, esperé el nuevo estreno de esta saga de “survival horror” con entusiasmo. La he jugado desde su primera entrega el año 1999 y ésta no sería la excepción, no importa qué tan mal evaluada estuviera la novedad.

Lo curioso fue que me demoré dos semanas en encontrar “Silent Hill: Downpour” para mi PS3. Estaba agotado en todos lados. Que llegaron muy pocas copias, que tiene un nicho fiel después de todo, etcétera, eran las razones que me daban en las tiendas. Me sentí menos sola en mi fidelidad, o mamonería, tal como lo han denominado algunos amigos. Y es que todos los Silent Hill –los he jugado casi todos, salvo el “Shattered Memories”–, si bien unos más que otros, me han encantado por su acercamiento a lo que yo valoro como el “terror genuino”. Si se han caracterizado por algo es en no abusar del recurso efectista del grito o cualquier sonido fuerte o la imagen sorpresiva para hacerte saltar: por el contrario, desarrollan atmósferas suficientemente potentes para dejarte helado y obligarte a jugar con la luz prendida (ja). No es que debas estar atento al monstruo que saldrá tras la puerta (aunque suceda): todas las esquinas de todos los escenarios construidos para el juego son terroríficos. La enfermera con delantal sangriento es un elemento más del cuadro.  Y en mi pequeño mundo jugador, más exigente con la atmósfera o la historia que con los detalles técnicos duros, nunca alguna parte de esta saga me ha defraudado lo suficiente como para no jugarla más. Siempre acompaño al soldado que quiere encontrar a su hermano, al hombre que busca a su hija o a su esposa muerta, incluso al convicto que, en el caso de “Downpour”, sobrevivió al accidente del bus que lo trasladaba a otra cárcel y que ahora pelea por escapar de un pueblo maldito.

En mi ranking personal, Silent Hill 4, “The Room”, es el mejor de todos. Me [inserte una grosería] de susto. Y cada susto me regala una sonrisa, porque el miedo me seduce. Raro, lo sé, pero de ahí que siempre esté en búsqueda de novelas, comics, películas, series o juegos del género. Y por lo mismo, vaya mi intento de objetividad: sí, “Downpour” es el más “latero” de los Silent Hill que he jugado. Sí, tiene varias partes que parecen relleno. Sí, el desarrollo del argumento deja harto que desear, pensando que la idea original era bastante buena. Y aun así, aquí estoy, tratando de matar a un monstruo rarísimo en las cavernas de un acantilado todavía más raro, tratando de entender por qué asesiné a palos a un hombre al comienzo del juego, y lo más importante de todo, por qué diablos me metieron a la cárcel en primer lugar, o bueno, no a mí, sino a Murphy, el protagonista. Pero yo soy él. Y confieso que estoy entretenida –e intrigada– jugando. Fiel hasta el final, como buen fan.

Al carajo las calificaciones oficiales: cada uno es su mejor crítico y juez. ¿O no?

Fran Solar

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