6 julio 2018

Cuando mi vida mobile salvó el mundial

Cote1

Hay un chiste muy clásico sobre un grupo de hombres escuchando un partido de fútbol a escondidas en un funeral. ¿Lo conocen? El remate no es tan gracioso así que no lo recuerdo por eso, sino porque me he sentido así de apasionada y desubicada desde la semana pasada. Han sido días muy ocupados, llenos de reuniones, visitas de autor y geniales posibilidades editoriales, mientras lo que yo más quería era… estar en mi casa y ver el mundial.

Mi familia es futbolera. Perseguimos a La Roja donde vaya y hemos viajado a varias eliminatorias. Estuve en una semifinal de Brasil 2014 saltando en el tablón. Reconozco que el espectáculo del fútbol me gusta mucho y que la catarsis de verlo y gritarlo es una delicia. Sin embargo, mi apretada agenda hizo que disfrutar el mundial de Rusia se haya convertido en una seguidilla de ansiedades pero con finales felices, protagonizadas casi siempre por mi smartphone.

Argentina vs Croacia lo viví casi todo en metro-micro-caminando pegada al minuto a minuto de una web de deportes y, al llegar a la reunión programada –que confirmaba mi regreso a MundoLG después de cinco años, ¡hola!–, pude recién ver unos pocos minutos a través del televisor en mute de la sala principal. Para Argentina vs Francia continuó mi mala suerte: vi el primer tiempo completo pero para el segundo figuraba enrollada en una de las butacas de un auditorio, escondida como delincuente, esperando mi turno para ser jurado en un encuentro de innovación. Mi smartphone era un pequeño televisor con las imágenes silenciadas. Mordí mi bufanda para no gritar cuando el partido terminó y en Instagram los chilenos convocaban a Plaza Italia por la eliminación de la albiceleste.

¿México-Brasil? Esperadísimo, con unas ganas tremendas de que pasaran los cuates que tan bien me caen y de presenciar a un nuevo equipo grande decirle chao al campeonato. El partido era a las diez de la mañana en un día feriado, ¿qué podía pasar? Obvio, mi hermana comenzó con trabajo de parto antes de término y mi mamá me llamaba a las 9:50 para correr a la clínica. Mi amado sobrino Mateo venía en camino, así que tuve que echar mano a una app de radios internacionales para escuchar el relato mientras me duchaba. Por las recáspitas. Al final fue una falsa alarma y mi ahijado no está ni ahí con nacer. ¡Soa Bachelé, haga algo!

A la entrega de esta columna, estoy rezando para que en mi reunión-almuerzo que coincide con Colombia vs Inglaterra me toquen chiquillas futboleras; si no, iré al baño tantas veces con cel en mano que temerán un desorden alimenticio. Abajo en los comentarios les contaré cómo me fue, porque la peregrinación mobile de Rusia 2018 aún no termina. Stay tuned.

Pero sé que hay otro final que esperan: cómo diablos sigue el chiste que mencioné al inicio, ¿no? Bueno, en medio del cortejo fúnebre, la radio a pilas sonó fuerte y los tipos gritaron “¡GOOOOO…!”. El cura saltó y los miró con reproche, pero antes de que pudiese increparlos, ellos siguieron: “¡GOOOOO… ria a Dios en el cielo, y en la tieeeerra paaaaz a los hombreees…”

Gracias, no se molesten. Yo hubiese gritado el gol.

Fran Solar

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